El Destino, las
sincronicidades, la vocación
La intuición de Sabato descubre en el
entramado de la vida esa magia inexplicable que nos conduce, ese diseño del
destino, poderoso, que sin quitarnos nuestra libertad –la libertad de elegir,
de equivocarnos, de cambiar- nos va conduciendo por senderos que parecen
diseñados solamente para nosotros.
Así leemos:
“Ni el
amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros,
son obra de las casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados.
¡Cuántas veces en la vida me ha sorprendido cómo, entre las multitudes de
personas que existen en el mundo, nos cruzamos con aquellas que, de alguna
manera, poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a
una misma organización secreta, o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe
si se los reconoce porque ya se los buscaba, o se los busca porque ya bordeaban
los aledaños de nuestro destino.”
“El
destino se muestra en signos e indicios que parecen insignificantes pero que
luego reconocemos como decisivos. Así, en la vida uno muchas veces cree andar
perdido, cuando en realidad siempre caminamos con un rumbo fijo, en ocasiones
determinado por nuestra voluntad más visible, pero en otras, quizá más
decisivas para nuestra existencia, por una voluntad desconocida aun para
nosotros mismos, pero no obstante poderosa e inmanejable, que nos va haciendo
marchar hacia los lugares en que debemos encontrarnos con seres o cosas que, de
una manera o de otra, son, o han sido, o van a ser primordiales para nuestro
destino, favoreciendo o estorbando nuestros deseos aparentes, ayudando u
obstaculizando nuestras ansiedades, y, a veces, lo que resulta todavía más
asombroso, demostrando a la larga estar más despiertos que nuestra voluntad
consciente.”
Estas certezas parten de la percepción
contemplativa. Los que indagan en la trama secreta de la existencia, como hace
todo místico, perciben esos inexplicables y mágicos enlazamientos, encuentros,
coincidencias. Jung los llamó sincronicidades, pero no hay que leer a Jung para
saber que existen. Cualquier persona con cierta sensibilidad, atenta a lo que
ocurre –tanto afuera como dentro de ella- percibe estos entramados
mágicos, que para el escéptico son simples casualidades.
Y también se pronuncia Sabato acerca de la
vocación, que sin duda fue un tema esencial en su vida, y es un tema esencial
en la vida de toda persona que se plantee una vida con significado, y no un mero existir y sobrevivir.
“Creo
que lo esencial de la vida es la fidelidad a lo que uno cree su destino, que se
revela en esos momentos decisivos, esos cruces de caminos que son difíciles de
soportar pero que nos abren a las grandes opciones. Son momentos muy graves
porque la elección nos sobrepasa, uno no
ve hacia adelante ni hacia atrás, como si nos cubriese una niebla en la hora
crucial, o como si uno tuviera que elegir la carta decisiva de la existencia
con los ojos cerrados.”
“…la
fidelidad a la vocación, ese misterioso llamado, es el fiel de la balanza donde se juega la
existencia si uno ha tenido el privilegio de vivir en libertad.”
“Creo que la libertad nos fue destinada para
cumplir una misión en la vida…”
Su insistencia en los valores humanos
Además de su “ansia de Absoluto” (como él mismo dice en muchos pasajes de sus
libros) hay en Sabato una profunda preocupación existencial: el ser humano, su
destino, su esencia, sus valores.
Y es constante en él testimoniar la pérdida
de esos valores, el deterioro o desmerecimiento de esos valores, más fáciles de
encontrar en antiguas épocas. Ya sea mediante la ficción, como en Abaddon el
exterminador -que es como un testimonio del espanto- o mediante sus
ensayos, Sabato reitera que esos valores parecen haberse perdido.
Así
leemos:
“…mis
obsesiones de siempre. Las sociedades desarrolladas se han levantado sobre el
desprecio a los valores trascendentes y comunitarios y sobre aquéllos que no
tienen valor en dinero sino en belleza.”
“… y
los hombres, ensimismados, parecían preguntarse sobre el sentido de la vida y
de la muerte. La vida de los hombres se centraba en valores espirituales hoy
casi en desuso, como la dignidad, el desinterés, el estoicismo del ser humano
frente a la adversidad. Estos grandes valores, como la honestidad, el honor, el
gusto por las cosas bien hechas, el respeto por los demás, no eran algo excepcional, se los hallaba en la
mayoría de las personas.¿De dónde se desprendía su valor, su coraje ante la
vida? Otra frase de entonces, en la que nunca reparé como en este tiempo, era
aquélla de “Dios proveerá”. El modo de ser de entonces, el desinterés, la
serenidad de sus modales, indudablemente reposaba en la honda confianza que tenían en la vida.Tanto para la
fortuna como para la desgracia, lo importante no provenía de ellos. También los
valores surgían de textos sagrados, eran mandatos divinos.”
Sabato subraya lo que es fácil notar en
estos tiempos: el exceso de materialismo, la creciente superficialidad, la
falta total de ética, la ausencia de principios:
“… la vida ha perdido el sentido para el
hombre, o sólo lo halla en la comodidad
individual, en la realización del éxito personal.”
“Otro valor
perdido es la vergüenza. ¿Han notado que la gente ya no tiene vergüenza
y, entonces, sucede que entremezclados con gente de bien uno puede encontrar,
con amplia sonrisa, a cualquier sujeto acusado de las peores corrupciones, como
si nada? En otro tiempo su familia se hubiera enclaustrado, pero ahora todo es
lo mismo y algunos programas de televisión lo solicitan y lo tratan como a un
señor.”
“¿Qué ha puesto el hombre en lugar de Dios? No se
ha liberado de cultos y altares. El altar permanece, pero ya no es el lugar del
sacrificio y la abnegación, sino del bienestar, del culto a sí mismo, de la
reverencia a los grandes dioses de la pantalla. El sentimiento de orfandad tan
presente en este tiempo se debe a la caída de los valores compartidos y
sagrados.”
La situación del
planeta, el actual momento histórico, el futuro
A una edad que pocos alcanzan, Sabato se
pregunta por el destino planetario, y a pesar de que lo tradicional en él fue
la vision apocalíptica, el escepticismo y pesimismo, la alarma coherente con el
estado de todas las cosas, el Sabato de
los últimos años deja entrever un renovado optimismo en el futuro de la raza
humana, la esperanza en una nueva era de espiritualidad, de paz, de comunidad
entre los seres.
“…lo
que nos alienta a pensar que nuestra sociedad, tan enfermiza y deshumanizada,
puede ser quien dé origen a una cultura religiosa, como lo profetizó Berdiaev a
principios del siglo xx.”
“Hay
algo que no falla y es la convicción de que —únicamente— los valores del
espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana”.
Expresa preocupación por los temas
ecológicos y por la educación:
“Es
urgente encarar una educación diferente, enseñar que vivimos en una tierra que
debemos cuidar, que dependemos del agua, del aire, de los árboles, de los
pájaros y de todos los seres vivientes, y que cualquier daño que hagamos a este
universo grandioso perjudicará la vida futura y puede llegar a destruirla.”
“La búsqueda de una vida más humana debe comenzar
por la educación. Por eso es grave que los niños pasen horas atontados delante
de la televisión, asimilando todo tipo de violencias; o dedicados a esos juegos que premian la
destrucción.”
Propone
valores comunitarios:
“Tampoco podemos vivir comunitariamente cuando
todos los vínculos se basan en la competencia. Es indudable que genera, en algunas
personas, un mayor rendimiento basado en el deseo de triunfar sobre las demás.
Pero no debemos equivocarnos, la competencia es una guerra no armada y, al
igual que aquélla, tiene como base un individualismo que nos separa de los
demás, contra quienes combatimos. Si tuviéramos un sentido más comunitario muy
otra sería nuestra historia, y también el sentido de la vida del que
gozaríamos.”
“Cuando
critico la competencia no lo hago sólo por un principio ético sino también por
el gozo inmenso que entraña compartir el destino, y que nos salvará de quedar
esterilizados por la carrera hacia el éxito individual en que está acabando la
vida del hombre.”
Está la visión apocalíptica:
“Asistimos
a una quiebra total de la cultura occidental. El mundo cruje y amenaza con
derrumbarse, ese mundo que para mayor ironía es el resultado de la voluntad del
hombre, de su prometeico intento de dominación.”
“Éste…
es un tiempo angustioso y decisivo, como lo fue el pasaje de los días
imperiales de Roma al feudalismo, o de la Edad Media al capitalismo. Pero me
atrevería a decir que es más grave porque es absoluto, ya que
la vida misma del planeta está en juego. Nuestra cultura está mostrando
signos inequívocos de la proximidad de su fin.”
“Ésta
es una hora decisiva no para este o aquel país, sino para la tierra toda. Sobre
nuestra generación pesa el destino, es ésta nuestra responsabilidad histórica.”
“Estamos
indudablemente frente a la más grave encrucijada de la historia, ya no se
puede avanzar más por el mismo camino.”
Pero también asoma un renovado optimismo
por el futuro de la raza humana:
“Debo
confesar que durante mucho tiempo creí y afirmé que éste era un tiempo final.
Por hechos que suceden o por estados de
ánimo, a veces vuelvo a pensamientos catastróficos que no dan más lugar
a la existencia humana sobre la tierra.
En otros, la capacidad de la vida para encontrar resquicios donde volver a crear
me dejan anonadado, como quien bien comprende que la vida nos rebalsa, y
sobrepasa todo lo que sobre ella podamos pensar.”
“Hoy… intuyo que un nuevo tiempo espiritualmente
muy rico está a las puertas de la humanidad, si comprendemos que cada uno de nosotros
posee más poder sobre el mal en el mundo de lo que creemos. Y tomamos una decisión.”
Todas las citas son de Abaddon el
exterminador (su última novela) y de uno de sus últimos libros, que es casi
como su testamento ideológico: La Resistencia.
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