Los que me inspiran


"Así, cada iglesia, cada religión, cada comunidad humana, es sólo un lugar de paso, una tienda sobre la tierra, para peregrinos que están en su camino a la ciudad de Dios." Bede Griffiths

"Debemos expresar apasionadamente nuestra visión y cada uno debe gritar del modo en que mejor sepa hacerlo" Ken Wilber



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viernes, 15 de febrero de 2013

Ernesto Sabato (2)




El Destino, las sincronicidades, la vocación

   La intuición de Sabato descubre en el entramado de la vida esa magia inexplicable que nos conduce, ese diseño del destino, poderoso, que sin quitarnos nuestra libertad –la libertad de elegir, de equivocarnos, de cambiar- nos va conduciendo por senderos que parecen diseñados solamente para nosotros.
   Así leemos:
“Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados. ¡Cuántas veces en la vida me ha sorprendido cómo, entre las multitudes de personas que existen en el mundo, nos cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organización secreta, o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los buscaba, o se los busca porque ya bordeaban los aledaños de nuestro destino.” 
“El destino se muestra en signos e indicios que parecen insignificantes pero que luego reconocemos como decisivos. Así, en la vida uno muchas veces cree andar perdido, cuando en realidad siempre caminamos con un rumbo fijo, en ocasiones determinado por nuestra voluntad más visible, pero en otras, quizá más decisivas para nuestra existencia, por una voluntad desconocida aun para nosotros mismos, pero no obstante poderosa e inmanejable, que nos va haciendo marchar hacia los lugares en que debemos encontrarnos con seres o cosas que, de una manera o de otra, son, o han sido, o van a ser primordiales para nuestro destino, favoreciendo o estorbando nuestros deseos aparentes, ayudando u obstaculizando nuestras ansiedades, y, a veces, lo que resulta todavía más asombroso, demostrando a la larga estar más despiertos que nuestra voluntad consciente.”

   Estas certezas parten de la percepción contemplativa. Los que indagan en la trama secreta de la existencia, como hace todo místico, perciben esos inexplicables y mágicos enlazamientos, encuentros, coincidencias. Jung los llamó sincronicidades, pero no hay que leer a Jung para saber que existen. Cualquier persona con cierta sensibilidad, atenta a lo que ocurre –tanto  afuera como  dentro de ella- percibe estos entramados mágicos, que para el escéptico son simples casualidades.
   Y también se pronuncia Sabato acerca de la vocación, que sin duda fue un tema esencial en su vida, y es un tema esencial en la vida de toda persona que se plantee una vida con significado,  y no un mero existir y sobrevivir.

“Creo que lo esencial de la vida es la fidelidad a lo que uno cree su destino, que se revela en esos momentos decisivos, esos cruces de caminos que son difíciles de soportar pero que nos abren a las grandes opciones. Son momentos muy graves porque  la elección nos sobrepasa, uno no ve hacia adelante ni hacia atrás, como si nos cubriese una niebla en la hora crucial, o como si uno tuviera que elegir la carta decisiva de la existencia con los ojos cerrados.”
“…la fidelidad a la vocación, ese misterioso llamado, es el  fiel de la balanza donde se juega la existencia si uno ha tenido el privilegio de vivir en libertad.”
 “Creo que la libertad nos fue destinada para cumplir una misión en la vida…”

                             Su insistencia en los valores humanos


   Además de su “ansia de Absoluto”  (como él mismo dice en muchos pasajes de sus libros) hay en Sabato una profunda preocupación existencial: el ser humano, su destino, su esencia, sus valores.
   Y es constante en él testimoniar la pérdida de esos valores, el deterioro o desmerecimiento de esos valores, más fáciles de encontrar en antiguas épocas. Ya sea mediante la ficción, como en Abaddon el exterminador -que es como un testimonio del espanto- o mediante sus ensayos, Sabato reitera que esos valores parecen haberse perdido.

    Así leemos:
“…mis obsesiones de siempre. Las sociedades desarrolladas se han levantado sobre el desprecio a los valores trascendentes y comunitarios y sobre aquéllos que no tienen valor en dinero sino en belleza.”
“… y los hombres, ensimismados, parecían preguntarse sobre el sentido de la vida y de la muerte. La vida de los hombres se centraba en valores espirituales hoy casi en desuso, como la dignidad, el desinterés, el estoicismo del ser humano frente a la adversidad. Estos grandes valores, como la honestidad, el honor, el gusto por las cosas bien hechas, el respeto por los demás, no eran  algo excepcional, se los hallaba en la mayoría de las personas.¿De dónde se desprendía su valor, su coraje ante la vida? Otra frase de entonces, en la que nunca reparé como en este tiempo, era aquélla de “Dios proveerá”. El modo de ser de entonces, el desinterés, la serenidad de sus modales, indudablemente reposaba en la honda  confianza que tenían en la vida.Tanto para la fortuna como para la desgracia, lo importante no provenía de ellos. También los valores surgían de textos sagrados, eran mandatos divinos.”

   Sabato subraya lo que es fácil notar en estos tiempos: el exceso de materialismo, la creciente superficialidad, la falta total de ética, la ausencia de principios:
  “… la vida ha perdido el sentido para el hombre, o sólo lo halla en la  comodidad individual, en la realización del éxito personal.”
    “Otro valor  perdido es la vergüenza. ¿Han notado que la gente ya no tiene vergüenza y, entonces, sucede que entremezclados con gente de bien uno puede encontrar, con amplia sonrisa, a cualquier sujeto acusado de las peores corrupciones, como si nada? En otro tiempo su familia se hubiera enclaustrado, pero ahora todo es lo mismo y algunos programas de televisión lo solicitan y lo tratan como a un señor.”
“¿Qué  ha puesto el hombre en lugar de Dios? No se ha liberado de cultos y altares. El altar permanece, pero ya no es el lugar del sacrificio y la abnegación, sino del bienestar, del culto a sí mismo, de la reverencia a los grandes dioses de la pantalla. El sentimiento de orfandad tan presente en este tiempo se debe a la caída de los valores compartidos y sagrados.”

La situación del planeta, el actual momento histórico, el futuro

   A una edad que pocos alcanzan, Sabato se pregunta por el destino planetario, y a pesar de que lo tradicional en él fue la vision apocalíptica, el escepticismo y pesimismo, la alarma coherente con el estado de todas las cosas,  el Sabato de los últimos años deja entrever un renovado optimismo en el futuro de la raza humana, la esperanza en una nueva era de espiritualidad, de paz, de comunidad entre los seres.

“…lo que nos alienta a pensar que nuestra sociedad, tan enfermiza y deshumanizada, puede ser quien dé origen a una cultura religiosa, como lo profetizó Berdiaev a principios del siglo xx.”
“Hay algo que no falla y es la convicción de que —únicamente— los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana”.

   Expresa preocupación por los temas ecológicos y por la educación:

“Es urgente encarar una educación diferente, enseñar que vivimos en una tierra que debemos cuidar, que dependemos del agua, del aire, de los árboles, de los pájaros y de todos los seres vivientes, y que cualquier daño que hagamos a este universo grandioso perjudicará la vida futura y puede llegar a destruirla.”
“La  búsqueda de una vida más humana debe comenzar por la educación. Por eso es grave que los niños pasen horas atontados delante de la televisión, asimilando todo tipo de violencias; o dedicados a esos juegos que premian la destrucción.”

   Propone  valores comunitarios:

 “Tampoco podemos vivir comunitariamente cuando todos los vínculos se basan en la competencia. Es indudable que genera, en algunas personas, un mayor rendimiento basado en el deseo de triunfar sobre las demás. Pero no debemos equivocarnos, la competencia es una guerra no armada y, al igual que aquélla, tiene como base un individualismo que nos separa de los demás, contra quienes combatimos. Si tuviéramos un sentido más comunitario muy otra sería nuestra historia, y también el sentido de la vida del que gozaríamos.”
“Cuando critico la competencia no lo hago sólo por un principio ético sino también por el gozo inmenso que entraña compartir el destino, y que nos salvará de quedar esterilizados por la carrera hacia el éxito individual en que está acabando la vida del hombre.”

   Está la visión apocalíptica:

“Asistimos a una quiebra total de la cultura occidental. El mundo cruje y amenaza con derrumbarse, ese mundo que para mayor ironía es el resultado de la voluntad del hombre, de su prometeico intento de dominación.”
“Éste… es un tiempo angustioso y decisivo, como lo fue el pasaje de los días imperiales de Roma al feudalismo, o de la Edad Media al capitalismo. Pero me atrevería a decir que es más grave porque es absoluto, ya que                                                         la vida misma del planeta está en juego. Nuestra cultura está mostrando signos inequívocos de la proximidad de su fin.”
“Ésta es una hora decisiva no para este o aquel país, sino para la tierra toda. Sobre nuestra generación pesa el destino, es ésta nuestra responsabilidad histórica.”
“Estamos indudablemente frente a la más grave encrucijada de la historia, ya no se puede  avanzar más por el mismo camino.”

    Pero también asoma un renovado optimismo por el futuro de la raza humana:

“Debo confesar que durante mucho tiempo creí y afirmé que éste era un tiempo final. Por hechos que suceden o por estados de  ánimo, a veces vuelvo a pensamientos catastróficos que no dan más lugar a la  existencia humana sobre la tierra. En otros, la capacidad de la vida para encontrar resquicios donde volver a crear me dejan anonadado, como quien bien comprende que la vida nos rebalsa, y sobrepasa todo lo que sobre ella podamos pensar.”

“Hoy…  intuyo que un nuevo tiempo espiritualmente muy rico está a las puertas de la humanidad, si comprendemos que cada uno de nosotros posee más poder sobre el mal en el mundo de lo que creemos.  Y tomamos una decisión.”


      Todas las citas son de Abaddon el exterminador (su última novela) y de uno de sus últimos libros, que es casi como su testamento ideológico: La Resistencia.




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