Por
trabajo esotérico entendemos al estudio y puesta en práctica de diferentes métodos
y habilidades que intentan actuar sobre los planos no materiales de la
realidad. La magia, la alquimia, el tarot, la quiromancia, la astrología, etc.,
etc.
Esta
práctica (además de otros objetivos), busca el desarrollo de poderes psíquicos,
tales como una fuerte intuición, telepatía, precognición, lectura del aura,
sanación energética, y otros.
Y como a
menudo se convierte en una práctica profesional ejercida en relación a otras personas, requiere un trabajo interno
riguroso y una conducta ética por parte del que la ejerce.
Una
persona puede ser espiritual pero no tener interés en lo esotérico. Lo
contrario, en cambio, no es posible. Al incursionar en el terreno oculto, hay
que poseer algún grado de espiritualidad, haber realizado trabajo sobre
sí mismo y conocerse en profundidad, para evitar proyecciones y
manipulaciones al trabajar con los demás. Por ejemplo, alguien que no ha
superado sus desequilibrios psicológicos, no está en condiciones de realizar
trabajo esotérico.
El trabajo
sobre sí mismo incluye varios aspectos, y se traduce en una purificación
de todos nuestros cuerpos: un cuerpo físico sano, un cuerpo emocional
armónico, un cuerpo mental equilibrado y un cuerpo espiritual expandido.
El
autoconocimiento y la sanación de los desequilibrios psicológicos son
facilitados por la psicoterapia u otros métodos de autodescubrimiento. Y las
prácticas espirituales elevarán nuestras vibraciones, perfeccionándonos y
purificándonos.
En otras
épocas, cuando el conocimiento oculto era verdaderamente oculto y las
enseñanzas se transmitían de maestro a discípulo, el trabajo interno y la ética
del practicante estaban asegurados.
Pero hoy
en día, el conocimiento oculto está al alcance de todos, y muchísima gente
aprende mancias y diversos métodos de trabajo esotérico, mediante libros o cursos de pocas horas. O
sea, no hay ninguna clase de control,
excepto el que pueda ejercer el practicante sobre sí mismo, y que incluye
sentirse autorizado (desde otros niveles de la Conciencia) para actuar en el
terreno del ocultismo.
Esto se
llama impecabilidad, pero lamentablemente son muchos los que no lo
tienen en cuenta.
Es
frecuente encontrar en los ambientes esotéricos a personas poco espirituales,
que buscan el desarrollo de sus poderes psíquicos para ganar dinero, dominar a
los demás o tener éxito en la vida. Y esto además de lamentable y triste, es
peligroso, tanto para ellos mismos como para los demás.
Es
peligroso para los demás porque es difícil ayudar, orientar, cuando no hay trabajo previo sobre ellos
mismos. El que no se conoce a sí mismo, difícilmente puede conocer a los demás.
El que no ve sus propias carencias, sus desarmonías, sus errores, no podrá
verlos en los demás y ayudar en consecuencia.
Es
peligroso para ellos mismos porque el mundo oculto alberga todo tipo de
Fuerzas, muy conscientes, y al entrar en contacto con esas Fuerzas, si no hay impecabilidad en el
practicante, dichas energías pueden actuar en contra de él mismo, causando
desequilibrios psíquicos de toda clase, como también desequilibrios y tropiezos en su vida
cotidiana.
Los
ocultistas de todos los tiempos pusieron gran énfasis en la necesidad de purificación, en la búsqueda de la
perfección, en la rectitud moral como cualidad imprescindible.
Paul
Brunton, en su libro Ensayos sobre la Búsqueda, advierte acerca de los peligros del
ocultismo, como el de “… usar los poderes de un modo que no es ético, a fin de
alcanzar fines egoístas a costa (o incluso con perjuicio) de otras personas.”
Más de
una vez, durante mis largos años como consejera holística, me enteré del
reiterado daño que una práctica inescrupulosa, efectuada por personas sin
suficiente madurez psicológica y espiritual, había causado en los consultantes.
Todas las
grandes religiones del planeta –sin excepción- han puesto el acento en la
moralidad, en la conducta ética, como un precepto para cualquier persona.
¡Cuánto
más necesaria será esta conducta ética para alguien que navega las aguas del
ocultismo!
Recordemos estas palabras del Dhammapada, antiguo texto de la sabiduría
budista:
“Si un
ser humano ofende a una persona… el mal vuelve a él, como el polvo ligero que
se arroja contra el viento.”