Los que me inspiran


"Así, cada iglesia, cada religión, cada comunidad humana, es sólo un lugar de paso, una tienda sobre la tierra, para peregrinos que están en su camino a la ciudad de Dios." Bede Griffiths

"Debemos expresar apasionadamente nuestra visión y cada uno debe gritar del modo en que mejor sepa hacerlo" Ken Wilber



Traductor- Translation

domingo, 22 de diciembre de 2013

Autodescubrimiento

Descubrir lo que es perfecto para ti


   Descubrirnos, conocernos, evolucionar, crecer, transformarnos…  son términos que ya conocemos, pero que no necesariamente llegamos a comprender en todas sus dimensiones y consecuencias.  

   Dejemos en este post las dimensiones más elevadas, o trascendentes, y centrémonos en el plano psicológico y en nuestra realidad de todos los días.

   ¿Cuál es el objetivo de conocernos en función de la vida cotidiana?

   Saber qué es lo mejor para nosotros, lo que nos hace bien y lo que nos hace mal, lo que nos  recarga energéticamente o por el contrario, nos vacía y agota. Aquello que nos hace feliz y aquello que nos hace daño.

   Parece fácil, pero no lo es. Y lleva muchos años de vida, y mucho trabajo sobre sí mismo, llegar a esta comprensión.  Por empezar porque necesitamos desembarazarnos de la influencia de los demás. Lo que nuestros mayores o nuestros pares piensan que es bueno para nosotros, no siempre lo es. Lo que la sociedad y el sistema piensan que es bueno para nosotros, a menudo no lo es (sólo es bueno para la sociedad y el sistema).

   Encontrar lo que es bueno para nosotros y vivir en armonía con eso: ahí está  la clave.

   Si bien es cierto que nuestra esencia es Una, como seres encarnados somos múltiples, y cada persona es única. Descubrir eso que nos hace únicos, y vivir al ritmo de nuestra singularidad, significará equilibrio y felicidad, nos permitirá crecer hacia espacios nuevos, y finalmente brindar lo mejor de nosotros a los demás y al mundo.

   Y las recetas no sirven: lo que es bueno para algunos no necesariamente es bueno para otros.

   Encontrar lo que es bueno para nosotros implica una búsqueda. Observarnos, hacer trabajo interno (terapéutico y espiritual), investigar, probar, experimentar.

   Observarnos es fundamental. Si nos vemos, podremos conocernos, y es ese autodescubrimiento el que permitirá cambios en nuestra vida.

   El trabajo interno (terapéutico y espiritual) facilita ese autodescubrimiento. La ayuda de otros, como terapeutas e instructores, también.

  Pero sobre todo la vida (con sus a veces inadvertidas enseñanzas): lo que experimentamos al vivir  y nuestro estado de Atención.

  Bastaría con eso: estar atentos, observarnos y observarlo todo


                                         Y la vida misma nos enseñará.
 




sábado, 7 de diciembre de 2013

Transformación


Valores Morales

   Vivimos en un mundo crecientemente inmoral, deshonesto. Nos parece normal la corrupción, que todos mientan y engañen, que no podamos confiar en los demás. Las personas religiosas tienen leyes divinas a las cuales seguir y respetar, pero aquellos que no creeen o que dudan, sobre todo los jóvenes, no encuentran verdaderas razones para respetar ciertos valores como "decir la verdad", "actuar en forma recta", "ser justos", cuando todo indica que generalmente triunfan los que mienten, roban y atropellan, y no los que son sinceros y honrados.

   Para los que deseamos un mundo distinto y creemos que la transformación es posible, la pregunta  ¿por qué ser honestos?  es fácil de responder. Un mundo distinto sería un mundo donde se respeten las virtudes morales, donde la honradez fuera un valor sagrado.    Transformarse incluye ser honesto, decir la verdad, actuar en consonancia con ciertos principios.
    Pero, ¿cómo responder a esta pregunta desde una perspectiva más amplia?
   Hay un precepto muy conocido, que se expresa en un consejo breve y sencillo:
   Sé con los demás como quisieras que fuesen contigo.
   No nos gusta cuando la deshonestidad de los demás nos afecta. No nos gusta ser engañados, que nos mientan, que nos estafen. Entonces ¿por qué hacerlo nosotros?...
   Es suficiente con preguntarnos antes de obrar: ¿el modo en que voy a actuar, es el modo en que me gustaría que actuaran conmigo?

   Comenzar a pensar, a sentir, a decir, y a conducirse siguiendo este mandato, que es por otra parte una enseñanza de los grandes Maestros que la humanidad ha conocido, sería dar los primeros pasos en ese proceso de transformación.



martes, 1 de octubre de 2013

Sufrimientos y alegrías de famosos escritores



 Desazones y alborozos de la creación literaria


   Mientras escribía mi primera novela, me resultó de gran ayuda leer los testimonios de algunos grandes escritores sobre sus vivencias durante el acto creativo y comprobar que ellos habían atravesado los mismos altibajos que yo estaba atravesando.
   Esfuerzo, malestares físicos y agotamiento; dudas, insatisfacción y falta de inspiración; o todo lo contrario, fluidez, satisfacción, profundas alegrías, en suma: tremendos altibajos, son algo que por lo visto sentimos todos, más allá de nuestra dimensión como escritores, y comprobar que algunos grandes de la historia literaria, como Franz Kafka o Gustave Flaubert, habían pasado por las mismas experiencias, me fue de gran ayuda.
   Creo que este post también podría ser de ayuda para l@s escritor@s que a veces se desaniman.

Acerca del enorme trabajo que significa escribir, y de todo lo que implica la creación literaria


Flaubert



“Llevo quince años largos trabajando como una mula. He pasado toda mi vida en esta obstinación de maniático, excluyendo y encerrando en jaulas mis otras pasiones, yendo a verlas solo de vez en cuando para distraerme. ¡Oh, si alguna vez llego a hacer una obra hermosa, bien la habré ganado!”
 “A veces me dan ganas de llorar. Para escribir hace falta una voluntad sobrehumana, y yo no soy más que un hombre… veinte páginas en un mes y trabajando cada día lo menos siete horas.”
 “Desde que me viste he hecho veinticinco páginas en limpio (veinticinco páginas en seis semanas)… tanto las he trabajado, copiado y vuelto a copiar, cambiado, manipulado, que por un momento no veo nada; pero creo que se sostienen.”
Kafka


“Me preguntas por mis vacaciones de Navidad… estuve firmemente decidido a emplear este tiempo sólo en mi novela, acaso para darle término ya…”
“Así que ahora daré un paseo, cosa que en sentido estricto no he hecho desde hace varios días. Luego, hacia las seis, me acostaré y si es posible, procuraré dormir, hasta la una o las dos. Quizás lograré entonces hacerme de nuevo con la novela y escribir hasta las cinco de la mañana, no más, pues a las seis menos cuarto sale mi tren.”
 “Es preciso continuar trabajando, ha de ser posible a pesar del insomnio y de la oficina.”
Vargas Llosa
“Creo que solo quien entra en literatura como se entra en religión, dispuesto a dedicar a esa vocación su tiempo, su energía, su esfuerzo, está en condiciones de llegar a ser verdaderamente un escritor y escribir una obra que lo trascienda.”
“Siempre habrá en una ficción o un poema logrados un elemento o dimensión que el análisis crítico racional no logra apresar. Porque la crítica es un ejercicio de la razón y de la inteligencia, y en la creación literaria, además de estos factores, intervienen, y a veces de manera determinante, la intuición, la sensibilidad, la adivinación, incluso el azar, que escapan siempre a las redes de la más fina malla de la investigación crítica. Por eso nadie puede enseñar a otro a crear; a lo más, a escribir y leer. El resto se lo enseña uno a sí mismo y se aprende tropezando, cayéndose y levantándose, sin cesar.”

                     Acerca de los sufrimientos, de la falta de inspiración,
                 de la insatisfacción con lo escrito

Flaubert


“En el punto en que estoy, este libro me tortura de tal modo (y si encontrara una palabra más fuerte la emplearía) que a veces estoy enfermo físicamente. Hace tres semanas que tengo mareos como para desmayarme, otras veces son opresiones, o bien ganas de vomitar en la mesa.”
“Hoy he pasado todo el día, y hasta ahora mismo, tumbándome en todos los sitios de mi despacho, sin poder no sólo escribir ni una línea, sino ni siquiera encontrar una idea, un movimiento. Vacío, vacío completo.”
Kafka


¡Mi novela! Anteayer por la noche me declaré totalmente vencido. Se me está dispersando, ya no soy capaz de abarcarla, es probable que no escriba nada que no tenga alguna relación conmigo… Todo este asunto tiende a sufrir mayores daños si continúo trabajando que si la dejo reposar por algún tiempo. Por añadidura, desde hace una semana duermo como si estuviera de guardia: me despierto sobresaltado a cada instante. Los dolores de cabeza se han convertido ya en un fenómeno regular y otros nerviosismos menores y cambiantes tampoco dejan de actuar sobre mí. En resumidas cuentas: dejo de escribir por entero y me dedicaré a descansar de momento durante una semana, pero en realidad quizás llegue a hacerlo más tiempo. Ayer por la noche ya dejé de escribir, y de inmediato he gozado de un sueño incomparablemente mejor.”
“Querida, hoy estoy demasiado cansado y también demasiado insatisfecho con mi trabajo (si tuviera las suficientes fuerzas para acatar mis más íntimas intenciones, estrujaría todos los papeles que llevo escritos de la novela y los arrojaría por la ventana)…”
 “… llegué a la irrebatible convincción de que, en conjunto, solo el primer capítulo había nacido a partir de una verdad interna, mientras que todo lo demás… había de ser desechado. Así pues … para esta historia he escrito quinientas cincuenta páginas inservibles.”

Acerca de lo importante que es corregir y volver a corregir, a pesar de que cansa, desanima, y parece que nunca termina

Flaubert


“Llevo siete días en estas correcciones, tengo los nervios de punta, me apresuro y habría que hacer esto lentamente, descubrir en todas las frases palabras que cambiar, consonancias que eliminar, etc.; es un trabajo árido, largo…”
 “¡Ah, qué desaliento a veces, qué roca de Sísifo que empujar es el estilo y sobre todo la prosa”. No se termina nunca.”
“Acabo de poner en limpio todo lo que he hecho desde primero de año, o mejor dicho desde mediados de febrero, porque al volver de París lo quemé todo: esto hace trece páginas, ni más ni menos, trece páginas en siete semanas. En fin, hechas están, creo, y todo lo perfectas que me es posible. Ya no me falta más que dos o tres repeticiones de la misma palabra que quitar y dos cortes demasiado parecidos que romper.”


Acerca de la felicidad profunda que subyace al acto creativo, más allá de los altibajos,o de la  enorme alegría que se siente cuando acabamos de escribir un fragmento que nos parece hermoso y nos asombramos de lo que hemos escrito


Flaubert


… me corrían lágrimas por la cara. Me había emocionado yo mismo escribiendo, gozaba deliciosamente por la emoción de la idea, y por la frase que la expresaba y por la satisfacción de haberla encontrado, …”
 “Amo mi trabajo con un amor frenético y perverso, como un asceta ama el cilicio que le araña el vientre”
“…es delicioso escribir, dejar de ser uno mismo… Hoy, por ejemplo,… he paseado a caballo por un bosque, en una tarde de otoño, bajo hojas amarillas, y yo era los caballos, las hojas, el viento, las palabras que se decían y el sol rojo que hacía entornar los párpados… cuando rumio estos goces después de sentirlos, me dan ganas de hacer una oración de gracias a Dios, si supiera que podía oírme.”
Kafka


“En el curso de muchos años solo he llorado una vez, hace dos o tres meses. Pero en esa ocasión me sobrevino en dos veces consecutivas, estando sentado en mi sillón… y la causa de todo fue un pasaje de mi novela.”
“…la fortaleza que me confiere el menor gesto de escribir, es indudable y maravillosa”

 

Concluiré este post con fragmentos acerca de la vocación y el éxito


Vargas Llosa respecto a la vocación


“…una predisposición de oscuro origen, que lleva a ciertas mujeres y hombres a dedicar sus vidas a una actividad para la que, un día, se sienten llamados, obligados casi a ejercerla, porque intuyen que sólo ejercitando esa vocación –escribiendo historias, por ejemplo- se sentirán realizados, de acuerdo consigo mismos, volcando lo mejor que poseen, sin la miserable sensación de estar desperdiciando sus vidas”
“Es una dedicación exclusiva y excluyente, una prioridad a la que nada puede anteponerse, una servidumbre libremente elegida que hace de sus víctimas (de sus dichosas víctimas) unos esclavos… quien ha hecho suya esta hermosa y absorbente vocación, no escribe para vivir, vive para escribir.”

Vargas Llosa sobre el éxito


“…los premios, el reconocimiento público, la venta de los libros, el prestigio social de un escritor, tiene un encaminamiento sui generis, arbitrario a más no poder, pues a veces rehuyen tenazmente a quienes más lo merecerían y abruman a quienes menos… Tal vez el atributo principal de la vocación literaria sea que, quien la tiene, vive el ejercicio de esa vocación como su mejor recompensa, más, mucho más, que todas las que pudiera alcanzar como consecuencia de sus frutos.”
 

Las citas de Franz Kafka pertenecen a cartas dirigidas a su novia Felice y a su Diario, durante el período  1912 a 1914.
(“Franz Kafka, escritos sobre sus escritos” -  Editorial Anagrama)
Las citas de Gustave Flaubert son de cartas dirigidas a su amante Louise Colet, durante el período 1852 a 1854, mientras escribía su novela “Madame Bovary”.
(“Madame Bovary” - Alianza Editorial)
Las citas de Mario Vargas Llosa corresponden a un libro suyo que recomiendo a tod@s l@s que quieran continuar aprendiendo.
(“Cartas a un novelista” - Editorial Ariel)
 






lunes, 9 de septiembre de 2013

Para qué sirve el arte


Cómo hacer del arte una experiencia transformadora

   El arte es una de las expresiones más elevadas del poder creativo humano, aunque muchos a lo largo de la historia se han preguntado para qué sirve. La pregunta ha tenido diversas respuestas, y a diferentes épocas históricas correspondieron diferentes visiones del arte. Están los que ponen el acento en el arte como tal (el arte por el arte), los que reivindican un arte utilitario (donde el arte tiene que estar al servicio de ideales políticos, religiosos), etc., etc.
   Tolstoi,  en su tratado “¿Qué es el arte?”,  dice que el propósito del arte no es solamente producir belleza, o brindar placer, sino que el arte es un medio de comunicación y  expresión de todas las experiencias humanas. Al expresar un sentimiento o experiencia la audiencia a quien dicho arte es dirigido puede compartir ese sentimiento o experiencia. Y también dice que la  cualidad más importante en una obra de arte es la  sinceridad.
  Ken Wilber, en “El Ojo del Espíritu”,  hace una profunda e interesante síntesis de las diferentes visiones del arte, y expresa que:
   “Cuando el verdadero arte impacta en nosotros… nos conmociona tal vez durante un segundo o dos y nos abre a percepciones anteriormente desconocidas. En ocasiones… las cosas son mucho más tranquilas y la obra de arte va impregnando lentamente… pero el hecho es que, en cualquiera de los casos, termina provocando un cambio, más grande o más pequeño, en nosotros.… La auténtica obra de arte nos atrapa –incluso contra nuestra voluntad- y nos deja absortos y en silencio, liberados del deseo, ajenos a todo intento de apresar, libres del ego y libres de toda contracción sobre nosotros mismos. Y en esa apertura o claro de nuestra conciencia pueden aflorar verdades más elevadas, revelaciones más sutiles y conexiones más profundas hasta llegar tal vez, por un momento, a palpar incluso la eternidad.”
  Y realmente es así:
El arte es poderoso y sirve para muchas cosas.
  
   Las obras de arte, sobre todo las que se verbalizan, como en novelas y cuentos o en las letras de  canciones, transmiten valores. Y toda obra de arte  puede influirnos, confortarnos, enseñarnos. Puede ayudarnos a ver rasgos nuestros y revelar aspectos desconocidos de la vida, de los demás, de la sociedad. Puede transmitir ideas y mostrar caminos.
    El arte también sirve a un propósito superior, que lo trasciende, ya que tanto al contemplar arte como al crear arte podemos conectarnos con lo  Divino, como bien manifiesta Wilber en el párrafo citado.                                                     
   Y desde hace ya bastante tiempo están surgiendo propuestas en torno a un arte transformador, o sea, un arte que nos ayude a cambiar. Claro que para hacer del arte un ejercicio transformador, no es suficiente con ser contempladores del arte, aunque contemplar arte sea parte del juego.
    Hay un paso  siguiente  que nos convierte en actores, realizadores, creadores de arte.
   La contemplación del arte (leer una novela o mirar un film inspiradores, escuchar música que nos haga bien) es sin duda hermoso y significativo,  pero nada se compara con la creación de arte. Y eso es algo que está ocurriendo en forma creciente en los últimos años: los lectores de libros quieren escribir libros; los que se placen en contemplar un cuadro o una escultura, quieren pintar o esculpir; los amantes de la musica quieren cantar, tocar un instrumento o componer.
   Y puedo testimoniar que:
   Es muy grande la felicidad que se alcanza durante el acto creativo.
   Más allá de los resultados, más allá de que nuestras obras sean un modelo de perfección, más allá de que consigamos insertarnos en el mercado del arte o no, crear arte es altamente recomendable, porque lo que importa es ser participantes de ese maravilloso juego de la creación, y porque lo que produce el acto creador  es sanador, armonizador, dador de alegría y goce.
  Cuando creamos arte los procesos psíquicos involucrados  son reveladores, aportan autocomprensión, catarsis, cambios. Nos descubrimos, nos desvelamos, nos expresamos, y eso es sanador, transformador. Como atestiguan numerosos expertos en sanación, mientras estamos creando pueden generarse aperturas en nuestro sistema energético, lo cual nos libera de bloqueos y traumas.
   Al crear fluimos con la energía de la creación, olvidados de donde estamos, olvidados del tiempo, totalmente inmersos en el acto de crear. Y eso nos expande, nos conecta con otras dimensiones del Ser, entramos en otros estados de conciencia.
  Y como crear arte está al alcance de todos, y  son cada vez más los que se animan a hacerlo, incluso en edades avanzadas de la vida, si no lo has hecho ya:

¡Comienza a crear arte!
     







sábado, 22 de junio de 2013

León Tolstoi, buscador espiritual y transmutante



                                      León Tolstoi y la búsqueda de la perfección

   Pocos novelistas, en mis muchos años de lectora, me han causado las profundas impresiones que me causó y me sigue causando -al releerlo- el gran Tolstoi. No quiero con esto decir que no haya otros grandes en la historia de la literatura. Los hay, y muchos de ellos también me han impresionado, pero en la literatura, como en todas las artes, hay una cuestión personal, la apreciación de una obra de arte es algo muy subjetivo. Por eso sentí la necesidad de escribir acerca de él, aunque dudo que haya algo acerca de Tolstoi que no esté ya dicho y escrito. Y no es solamente su obra sino igualmente su vida la que me sorprende y despierta mi admiración, porque el conde Tolstoi,  además de ser un gran creador, fue también místico y transmutante. 
   Desde muy joven se planteó trascendentales cuestiones, que en parte pueden haber surgido por su temprano encuentro con la muerte. El encuentro con la muerte a menudo nos despierta, nos enfrenta a las grandes preguntas, y las personas que más sufren son las más capaces de desarrollar una profunda comprensión y una penetrante percepción de la naturaleza humana. Si el dolor no las ha doblegado, se convierten en personas sensibles y espirituales, en buscadores apasionados de la Verdad. Y en la vida de Tolstoi hubo un temprano y reiterado cruce con la muerte. Su madre murió cuando él tenía apenas un año y su padre cuando tenía nueve. A esas muertes siguieron las de otros seres queridos, algunas difíciles de tolerar, como la de dos hermanos, jóvenes aún. Y todo indica que cierta obsesión con la muerte, la pregunta “¿por qué vivir si hemos de morir?”, lo acechó  gran parte de su vida, hasta que pudo calmarla su conversión religiosa. 
   En su juventud se comportó como la mayoría de los jóvenes de su clase en la Rusia de entonces (bebida, juego y burdeles); estilo de vida que censuró fuertemente en años posteriores, confesándose culpable de una gran inmoralidad, lamentando repetidamente (en sus diarios y en numerosas cartas) su comportamiento, que nadie censuraba excepto él mismo, mientras buscaba con desesperación perfeccionarse y hallar respuesta a sus profundas preguntas metafísicas.  Pero su búsqueda y sus preguntas no encontraban respuesta en las iglesias tradicionales. 
   Después de varias crisis internas, que incluyeron depresión y hasta fantasías de suicidio, tuvo una crisis moral y espiritual definitiva, alrededor de los cincuenta años, que lo llevó a transformaciones profundas y a una religiosidad muy cristiana, basada en el mensaje de los evangelios, sobre todo el del Sermón de la Montaña. Esto se tradujo en el intento de seguir de una manera total las enseñanzas de Cristo: el amor al prójimo y el altruismo en acción. Intentó de diversas maneras mejorar las condiciones de vida de sus siervos, con quienes mantenía una relación de amistad y gran respeto. Se propuso llevar una vida de gran sencillez, trabajando la tierra con las manos y realizando tareas artesanales, como la fabricación de zapatos. Se volvió pacifista, abandonó la carne, el alcohol y el tabaco, y abogó por una vida de castidad, si bien ya había engendrado numerosos hijos con su esposa Sonia. Su defensa activa del pacifismo lo hizo intervenir en numerosas causas, y propuso una filosofía cristiana libertaria que le generó muchísimos seguidores, los cuales conformaron el Movimiento Tolstoiano, que él  -sin embargo- nunca buscó fundar. 
   Volviendo a Tolstoi como escritor: encontramos en sus narraciones una penetrante comprensión de la complejidad humana y una gran preocupación por los valores morales, unido todo eso a una suprema capacidad artística para transmitir. Alimentó sus ficciones con hechos de la vida real, y en todas sus novelas hay un personaje que es su alter ego, alguien que expresa las obsesiones y preguntas que el mismo Tolstoi se hacía.
  Después de conseguir con su conversión religiosa una armonía y una paz anteriormente desconocidas, escribió la mayor parte de sus textos ensayísticos, en los que propone vivir según la ley de Cristo, y renegó de su trabajo como escritor de ficciones. 
   Las respuestas que halló abundan en sus escritos, como el siguiente  fragmento -muy interesante- que aparece en uno de sus diarios:
   “Por lo general la gente lamenta que la individualidad no retenga memoria después de la muerte. ¡Pero qué felicidad que no lo haga! Qué angustioso sería si yo recordara en esta vida todo el mal, todo lo que es doloroso para la conciencia, cometido por mí en una vida previa… Qué felicidad que las reminiscencias desaparecen con la muerte y que solo permanece la Conciencia.” 
   A pesar de su condena a las ficciones, el artista fue más fuerte que sus ideas apasionadas y extremas.  Durante esos años escribió el relato La muerte de Ivan Ilych, una obra maestra de la literatura, y la novela Resurrección.  Esta es la novela de Tolstoi que más me conmovió, si bien desde un punto de vista literario es la menos buena de sus novelas. Y me conmovió por el mensaje que transmite y los temas que toca: la culpa y su redención, la capacidad de un ser humano para transformarse, la moral puritana y la verdadera moral, que no está unida a ideas sociales que cambian con el tiempo, sino a valores trascendentes y eternos. Dicha novela fue la causa de que lo excomulgaran.                                                           
   Quiso renunciar a sus propiedades a favor de sus siervos, pero su familia, principalmente su esposa, lo impidió. Eso fue motivo de terribles peleas con los suyos, y amargó sus últimos años. Terminó su vida huyendo del ámbito familiar, con el único apoyo de su hija menor, pero una neumonía lo derribó en el camino, muriendo en una estación de trenes, a los ochenta y dos años. 

 


 
   

 
     

 


 
 
 







 

viernes, 10 de mayo de 2013

Mi experiencia con las editoriales





   Sigue habiendo muchísima gente que piensa que los escritores que no consiguen editorial es porque escriben mal. Lo real es que desde hace muchísimo tiempo, muchas décadas,  conseguir que una editorial  publique a un autor desconocido fue “misión imposible” (sí, como aquella famosa serie de televisión).  Son numerosos los ejemplos de grandes y/o famosos escritores que fueron repetidamente rechazados por las editoriales al principio de su andadura. Ernesto Sábato tuvo que publicar su primera novela “El Túnel” en la revista Sur porque todas las editoriales lo habían rechazado. Sabemos de innumerables rechazos que tuvo Hemingway, y a Richard Bach le despreciaron innumerables veces el posterior best seller “Juan Salvador Gaviota”, y eso que era en Estados Unidos y  tenía agente literario. 
   ¿Los motivos de esto?  Muchos: el riesgo, la falta de certeza, la gran inversión que supone lanzar un autor nuevo. Hoy en día, además, es mayor la oferta de escritores que la demanda. Desde el auge de la imagen la gente lee muchísimo menos, y a su vez  somos más los que escribimos. Para conseguir una editorial hay que reunir muchos requisitos, de los cuales la calidad literaria es apenas uno, y no el más importante. No voy a enumerar los otros factores, hay al respecto artículos de sobra en muchas páginas, y yo misma digo algo en otro post de este blog.
   Pero como mi contacto con las editoriales me causó bastante sufrimiento, quiero contar mis desventuras, aunque lo haré sin dar nombres. Es innecesario, genera resentimientos, no sirve para nada.
   Cuando terminé de escribir Violeta y el Camino de los 22 Arcanos (a fines de 1999) era totalmente ignorante acerca de cómo conseguir una editorial. Me moví buscando contactos (en la Argentina no hay, o al menos no había en esa época, agentes literarios) y escribiendo a algunas editoriales de España. Estas últimas, aunque rechazaron recibir el material, fueron amables y me respondieron. Ese pequeño gesto las redime, porque no voy a quejarme por haber sido rechazada. Voy a quejarme porque fui tratada de un modo que se acerca a la humillación.
   Apenas iniciados mis intentos, comprobé que en mi país no era difícil conseguir que una editorial recibiera mi manuscrito. Y logré que una editorial muy famosa de Buenos Aires -editorial que en ese entonces era independiente y que ahora forma parte de una multinacional de la edición- recibiera mi manuscrito. La persona que lo recibió  y que funcionó como contacto me trató como a una reina, me dio una tarjeta del director de la editorial y me dijo que espere un poco.
   Después de un tiempo prudencial, y al no recibir noticias, traté de comunicarme con el director  o con su secretaria.  Nunca lo conseguí. Lo único que conseguí -después de muchos intentos- es que la persona que había recibido el manuscrito me atendiera por teléfono, con malas maneras, y me dijera que “Ese es el estilo habitual en las editoriales. No te responden ni te devuelven el manuscrito.  Es así. Si algún día, en el futuro,  les interesa, se comunicarán contigo”.
   Años más tarde, descubrí que un autor de libros de autoayuda, que publicaba en esa misma editorial, había usado de una manera muy discreta algunos elementos de mi novela. Después, una persona que sabe lo que pasa en el mundo editorial me confesó que eso es normal. “Las editoriales reciben los manuscritos para usar lo que puedan -me dijo-  quieren saber qué es lo que se escribe, pero luego dan ese material a sus escritores ya consagrados en el mercado, para que se inspiren y usen lo que les sirva”. Por supuesto, yo esto no lo sabía, ni lo sabe la mayoría de la gente que compra libros.
   Otra editorial, pequeña, de provincias (y debo reconocer que en este caso me trataron  muy bien y leyeron la novela, la cual les gustó), considerando que su mercado era muy pequeño, mandó el manuscrito a una gran empresa editora  de Buenos Aires, con la idea de plantear una coedición con ellos. La respuesta fue un rechazo, avalado por el comentario de uno de sus editores. Era un comentario neutro, que describía la temática, pero lo que me llamó la atención fue el total desconocimiento del editor respecto a los temas de la novela. ¿Cómo se puede juzgar algo que se desconoce?
   Después de otro par de intentos, descorazonada, no hice más nada por publicar durante muchísimos años.
   Cuando registré el manual, en el año 2007, decidí probar de nuevo. Alguien me habló de una conocida editorial, especializada en mis temas, que estaba recibiendo textos para su lectura.   Lejana en el tiempo mi mala experiencia con la novela, imaginé que como esta editorial estaba especializada en temas esotéricos y espirituales tendría una conducta más ética.
   Y les mandé un mensaje (ya eran los tiempos de Internet), el cual  me contestaron muy interesados, diciendo que les enviara el manuscrito. Una serie de sucesos ajenos a mi voluntad impidieron que lo hiciera, pero ya había presentado en mi mail lo que se llama “propuesta editorial”,  donde hay datos acerca del libro, un breve resumen del contenido, etc.
   Pocas semanas después supe que una autora de dicha editorial había comenzado a dar talleres,  cuya temática  indicaba claramente que había leído mi “propuesta editorial”. Ante esa evidencia  me alegré mucho de no haber enviado el texto, y comprendí que esos sucesos que impidieron que lo hiciera habían sido una ayuda cósmica.
     Historias parecidas podrían contar gran parte de los escritores rechazados por las editoriales. Y creo que es un asunto grave, muy grave. No tengo nada en contra de que nos rechacen. Una editorial es una empresa, y no está obligada a nada. Pero que nos traten mal, que nos roben ideas y nos plagien parte del material, lo cual hacen siempre de un modo hábil, de un modo discreto (saben como hacerlo):  eso es una ignominia.
    Y que me perdonen este testimonio las editoriales que no actúan de este modo. Seguramente las hay, y mi gran respeto hacia ellas.  Me he limitado a contar mi experiencia, que es la de muchos otros autores. Y la cuento porque no tengo ninguna expectativa respecto al mercado editorial tradicional. Ya no busco una editorial, soy una autora que se edita a sí misma. Y como ya no soy joven, no creo que esto pueda cambiar. Pero la mayoría de los autores, sobre todo los jóvenes, siguen esperando que una editorial los descubra y los edite.  Debido a eso, no suelen contar sus experiencias, excepto en círculos privados.





   

jueves, 18 de abril de 2013

Eva Perón, la mística



Eva Perón era mística

   ¿Eva Perón? En un blog dedicado al misticismo, al esoterismo, a la transformación, ¿qué tiene que hacer Eva Perón?

   El caso es que Eva Perón es una figura humana e histórica que me fascina, como le debe ocurrir a muchos. Y el caso es que aunque no suela decirse, creo que fue una mística, con un misticismo natural que vivió a través del amor y del servicio, amor al pueblo y servicio a ese pueblo que amó y que terminó adorándola. Y también fue una transmutante, porque de un modo vertiginoso se convirtió de esposa del presidente, ex actriz, cargada de joyas y vestidos a la moda, en una militante política fervorosa, que casi no se ocupaba de su cuerpo, porque estaba dedicada con todas sus energías a su misión de ayuda.

  En muchos casos, sobre todo entre los  místicos cristianos, o entre los bakthi yoguis hindúes, ese misticismo se expresa en la acción: acción compasiva, de sacrificio. Son bien conocidas las historias de San Francisco y otros santos cristianos, que hallaban su mayor alegría en socorrer a los desamparados y no eludían, todo lo contrario, el contacto con leprosos y menesterosos de todas clases, cuyo socorro les daba felicidad.

  Buscando elementos de la biografía de Eva Perón, me encontré con testimonios de testigos presenciales, con anécdotas de esa etapa de su vida, la última, en que la pasión del servicio se apoderó de ella.

   Pasaba todo su tiempo en la Fundación que llevaba su nombre, recibiendo a la gente, escuchando sus problemas, ayudándolos sin ponerse límites. sin acordarse de comer o beber, quedándose hasta altas horas de la madrugada y extenuándose hasta más allá del límite prudente. Pero ella no lo sentía, estaba entregada a su misión, y es probable que esa entrega le proporcionara profundas y no confesadas alegrías, que solamente debían conocer las personas más cercanas a ella.

   Cuenta uno de sus chóferes que, mientras la llevaba durante un día de frío extremo,  Evita se compadeció de la gente que esperaba al ómnibus en las paradas y ordenó que se usara su auto para buscarlas y llevarlas a sus casas. (Anécdota publicada en El Diario de Cuyo)

  Particularmente interesante es el testimonio de su confesor y colaborador suyo en la Fundación, quien la muestra como una cristiana consecuente, o sea, una cristiana que intenta encarnar los preceptos evangélicos. Dice el padre Benítez: “Yo la vi derrochar amor a los necesitados, el amor que redime a la limosna de la carga de injusticia que lleva implícita”

   El padre Benítez cuenta que abrazaba a los leprosos y otra clase de enfermos, confesando que él se echaba atrás, pero que ella no dudaba en entregarse,  y que lo hacía de igual a igual, como una hermana, dando su corazón.

   Y estas frases textuales del padre Benítez confirman mi visión de Evita como mística:
 "Cuando Eva sintió por  primera vez el misterio -la fuerza- del poder en su mano, como un elemento para ejercer el sagrado mandato del bien,  nadie, ni el mismo Perón, la pudo ya sujetar… Eva vivió la fiesta del poder en su dimensión divina. Lo vivió como un amor supremo, hasta la locura. Hasta la última consecuencia… Sólo unos pocos, incluido por supuesto, el sagacísimo Perón, se dieron cuenta de que en Eva había estallado esa pasión transpolítica, una especie de vuelo místico. Eva, en su genialidad, descubría el poder en su dimensión sublime: poder dar. Poder acompañar al que sufre. Poder hacer el bien. Poder alimentar y sobre todo, poder directo, como el de los santos medievales o la madre Teresa de Calcuta” 
                                                                                                                                                                                                                                                                                                    
   Algunos testimonios muestran los sentimientos y la espontaneidad que la animaban: su voluntad de ayudar no solamente con lo material sino también con el alivio de otros sufrimientos.

    Erminda Duarte, en una página de la familia, cuenta una anécdota realmente conmovedora.  Un chico tenía parálisis infantil, y el padre le pidió ayuda para llevarlo a Estados Unidos donde había un sistema de curación que podría hacer que volviera a caminar. Evita consultó a un médico eminente, colaborador suyo, quien opinó que sería totalmente inútil, ya que la médula del niño estaba afectada y nada se podía hacer. Pero Evita decidió mandarlo igual, diciendo “Lo voy a mandar igual. ¿Sabe por qué, doctor? Porque si no lo hago, este pobre padre se va a quedar con la pena de pensar que por no tener medios su hijo quedará para siempre paralítico. En cambio, si va y allí se convence de que nada se puede hacer por el niño, volverá por lo menos con la tranquilidad de saber que por su hijo se hizo todo lo posible y tendrá fuerzas para sobrellevar esta carga tan pesada. ¿No le parece?”

   Por eso el pueblo la amaba: Eva Perón era auténtica, no mentía. Sus discursos no mentían, su llanto frente al pueblo no era fingido. En ella, más allá de la política, del poder, de su amor por Perón (que también tenía algo de fervor y desmesura), más allá de la propaganda, había un sentimiento auténtico, una entrega a una causa elevada -la ayuda a los más necesitados- que la revela como mística.  
                                                                                                                                                                                                                                         
  Los místicos que curaban las llagas de los leprosos, en una época en que contagiarse de lepra era mortal, no sentían ni miedo ni asco, sino el transporte místico, la alegría que dan la compasión y la piedad hechas acción. Solamente cierta clase de místicos, los dedicados a la compasión en acción,  saben las delicias que puede haber en el sacrificio, y hasta qué punto la compasión activa se convierte en felicidad.

  Y ese es el carisma de Evita del que tanto se habla. Su belleza no era solamente una belleza del cuerpo, era una belleza interior que transmitían su mirada y su sonrisa, enormemente dulces.

  Confluyeron en su historia muchos elementos que la ayudaron a convertirse en quien fue. Esos elementos tan extraños y misteriosos en las vidas humanas, que las llevan por derroteros nuevos e insospechados. Perón, el peronismo (que ella expresaba casi como una religión), la subida al poder, todo eso confluyó para hacer de ella no una actriz más o menos exitosa -como era su deseo inicialmente- sino una dirigente política original, creativa, apasionada, definitivamente distinta  y definitivamente inmortal.  
  

viernes, 15 de febrero de 2013

Ernesto Sabato (2)




El Destino, las sincronicidades, la vocación

   La intuición de Sabato descubre en el entramado de la vida esa magia inexplicable que nos conduce, ese diseño del destino, poderoso, que sin quitarnos nuestra libertad –la libertad de elegir, de equivocarnos, de cambiar- nos va conduciendo por senderos que parecen diseñados solamente para nosotros.
   Así leemos:
“Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados. ¡Cuántas veces en la vida me ha sorprendido cómo, entre las multitudes de personas que existen en el mundo, nos cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organización secreta, o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los buscaba, o se los busca porque ya bordeaban los aledaños de nuestro destino.” 
“El destino se muestra en signos e indicios que parecen insignificantes pero que luego reconocemos como decisivos. Así, en la vida uno muchas veces cree andar perdido, cuando en realidad siempre caminamos con un rumbo fijo, en ocasiones determinado por nuestra voluntad más visible, pero en otras, quizá más decisivas para nuestra existencia, por una voluntad desconocida aun para nosotros mismos, pero no obstante poderosa e inmanejable, que nos va haciendo marchar hacia los lugares en que debemos encontrarnos con seres o cosas que, de una manera o de otra, son, o han sido, o van a ser primordiales para nuestro destino, favoreciendo o estorbando nuestros deseos aparentes, ayudando u obstaculizando nuestras ansiedades, y, a veces, lo que resulta todavía más asombroso, demostrando a la larga estar más despiertos que nuestra voluntad consciente.”

   Estas certezas parten de la percepción contemplativa. Los que indagan en la trama secreta de la existencia, como hace todo místico, perciben esos inexplicables y mágicos enlazamientos, encuentros, coincidencias. Jung los llamó sincronicidades, pero no hay que leer a Jung para saber que existen. Cualquier persona con cierta sensibilidad, atenta a lo que ocurre –tanto  afuera como  dentro de ella- percibe estos entramados mágicos, que para el escéptico son simples casualidades.
   Y también se pronuncia Sabato acerca de la vocación, que sin duda fue un tema esencial en su vida, y es un tema esencial en la vida de toda persona que se plantee una vida con significado,  y no un mero existir y sobrevivir.

“Creo que lo esencial de la vida es la fidelidad a lo que uno cree su destino, que se revela en esos momentos decisivos, esos cruces de caminos que son difíciles de soportar pero que nos abren a las grandes opciones. Son momentos muy graves porque  la elección nos sobrepasa, uno no ve hacia adelante ni hacia atrás, como si nos cubriese una niebla en la hora crucial, o como si uno tuviera que elegir la carta decisiva de la existencia con los ojos cerrados.”
“…la fidelidad a la vocación, ese misterioso llamado, es el  fiel de la balanza donde se juega la existencia si uno ha tenido el privilegio de vivir en libertad.”
 “Creo que la libertad nos fue destinada para cumplir una misión en la vida…”

                             Su insistencia en los valores humanos


   Además de su “ansia de Absoluto”  (como él mismo dice en muchos pasajes de sus libros) hay en Sabato una profunda preocupación existencial: el ser humano, su destino, su esencia, sus valores.
   Y es constante en él testimoniar la pérdida de esos valores, el deterioro o desmerecimiento de esos valores, más fáciles de encontrar en antiguas épocas. Ya sea mediante la ficción, como en Abaddon el exterminador -que es como un testimonio del espanto- o mediante sus ensayos, Sabato reitera que esos valores parecen haberse perdido.

    Así leemos:
“…mis obsesiones de siempre. Las sociedades desarrolladas se han levantado sobre el desprecio a los valores trascendentes y comunitarios y sobre aquéllos que no tienen valor en dinero sino en belleza.”
“… y los hombres, ensimismados, parecían preguntarse sobre el sentido de la vida y de la muerte. La vida de los hombres se centraba en valores espirituales hoy casi en desuso, como la dignidad, el desinterés, el estoicismo del ser humano frente a la adversidad. Estos grandes valores, como la honestidad, el honor, el gusto por las cosas bien hechas, el respeto por los demás, no eran  algo excepcional, se los hallaba en la mayoría de las personas.¿De dónde se desprendía su valor, su coraje ante la vida? Otra frase de entonces, en la que nunca reparé como en este tiempo, era aquélla de “Dios proveerá”. El modo de ser de entonces, el desinterés, la serenidad de sus modales, indudablemente reposaba en la honda  confianza que tenían en la vida.Tanto para la fortuna como para la desgracia, lo importante no provenía de ellos. También los valores surgían de textos sagrados, eran mandatos divinos.”

   Sabato subraya lo que es fácil notar en estos tiempos: el exceso de materialismo, la creciente superficialidad, la falta total de ética, la ausencia de principios:
  “… la vida ha perdido el sentido para el hombre, o sólo lo halla en la  comodidad individual, en la realización del éxito personal.”
    “Otro valor  perdido es la vergüenza. ¿Han notado que la gente ya no tiene vergüenza y, entonces, sucede que entremezclados con gente de bien uno puede encontrar, con amplia sonrisa, a cualquier sujeto acusado de las peores corrupciones, como si nada? En otro tiempo su familia se hubiera enclaustrado, pero ahora todo es lo mismo y algunos programas de televisión lo solicitan y lo tratan como a un señor.”
“¿Qué  ha puesto el hombre en lugar de Dios? No se ha liberado de cultos y altares. El altar permanece, pero ya no es el lugar del sacrificio y la abnegación, sino del bienestar, del culto a sí mismo, de la reverencia a los grandes dioses de la pantalla. El sentimiento de orfandad tan presente en este tiempo se debe a la caída de los valores compartidos y sagrados.”

La situación del planeta, el actual momento histórico, el futuro

   A una edad que pocos alcanzan, Sabato se pregunta por el destino planetario, y a pesar de que lo tradicional en él fue la vision apocalíptica, el escepticismo y pesimismo, la alarma coherente con el estado de todas las cosas,  el Sabato de los últimos años deja entrever un renovado optimismo en el futuro de la raza humana, la esperanza en una nueva era de espiritualidad, de paz, de comunidad entre los seres.

“…lo que nos alienta a pensar que nuestra sociedad, tan enfermiza y deshumanizada, puede ser quien dé origen a una cultura religiosa, como lo profetizó Berdiaev a principios del siglo xx.”
“Hay algo que no falla y es la convicción de que —únicamente— los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana”.

   Expresa preocupación por los temas ecológicos y por la educación:

“Es urgente encarar una educación diferente, enseñar que vivimos en una tierra que debemos cuidar, que dependemos del agua, del aire, de los árboles, de los pájaros y de todos los seres vivientes, y que cualquier daño que hagamos a este universo grandioso perjudicará la vida futura y puede llegar a destruirla.”
“La  búsqueda de una vida más humana debe comenzar por la educación. Por eso es grave que los niños pasen horas atontados delante de la televisión, asimilando todo tipo de violencias; o dedicados a esos juegos que premian la destrucción.”

   Propone  valores comunitarios:

 “Tampoco podemos vivir comunitariamente cuando todos los vínculos se basan en la competencia. Es indudable que genera, en algunas personas, un mayor rendimiento basado en el deseo de triunfar sobre las demás. Pero no debemos equivocarnos, la competencia es una guerra no armada y, al igual que aquélla, tiene como base un individualismo que nos separa de los demás, contra quienes combatimos. Si tuviéramos un sentido más comunitario muy otra sería nuestra historia, y también el sentido de la vida del que gozaríamos.”
“Cuando critico la competencia no lo hago sólo por un principio ético sino también por el gozo inmenso que entraña compartir el destino, y que nos salvará de quedar esterilizados por la carrera hacia el éxito individual en que está acabando la vida del hombre.”

   Está la visión apocalíptica:

“Asistimos a una quiebra total de la cultura occidental. El mundo cruje y amenaza con derrumbarse, ese mundo que para mayor ironía es el resultado de la voluntad del hombre, de su prometeico intento de dominación.”
“Éste… es un tiempo angustioso y decisivo, como lo fue el pasaje de los días imperiales de Roma al feudalismo, o de la Edad Media al capitalismo. Pero me atrevería a decir que es más grave porque es absoluto, ya que                                                         la vida misma del planeta está en juego. Nuestra cultura está mostrando signos inequívocos de la proximidad de su fin.”
“Ésta es una hora decisiva no para este o aquel país, sino para la tierra toda. Sobre nuestra generación pesa el destino, es ésta nuestra responsabilidad histórica.”
“Estamos indudablemente frente a la más grave encrucijada de la historia, ya no se puede  avanzar más por el mismo camino.”

    Pero también asoma un renovado optimismo por el futuro de la raza humana:

“Debo confesar que durante mucho tiempo creí y afirmé que éste era un tiempo final. Por hechos que suceden o por estados de  ánimo, a veces vuelvo a pensamientos catastróficos que no dan más lugar a la  existencia humana sobre la tierra. En otros, la capacidad de la vida para encontrar resquicios donde volver a crear me dejan anonadado, como quien bien comprende que la vida nos rebalsa, y sobrepasa todo lo que sobre ella podamos pensar.”

“Hoy…  intuyo que un nuevo tiempo espiritualmente muy rico está a las puertas de la humanidad, si comprendemos que cada uno de nosotros posee más poder sobre el mal en el mundo de lo que creemos.  Y tomamos una decisión.”


      Todas las citas son de Abaddon el exterminador (su última novela) y de uno de sus últimos libros, que es casi como su testamento ideológico: La Resistencia.