Los que me inspiran


"Así, cada iglesia, cada religión, cada comunidad humana, es sólo un lugar de paso, una tienda sobre la tierra, para peregrinos que están en su camino a la ciudad de Dios." Bede Griffiths

"Debemos expresar apasionadamente nuestra visión y cada uno debe gritar del modo en que mejor sepa hacerlo" Ken Wilber



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jueves, 24 de enero de 2019

Saber no es lo mismo que comprender




                                  El conocimiento espiritual verdadero


   Vivimos una época de explosión informativa, todo el conocimiento es accesible, y con una simple acción como es sentarnos frente a la computadora podemos tener acceso a muchas clases de conocimiento, lo cual incluye el conocimiento de temas espirituales y esotéricos.

   Y este es un gran problema de nuestro tiempo: creer que haber leído o estar informado acerca de asuntos espirituales nos pone en un estado de comprensión de los mismos, en un estado que equivale a la visión directa.

   Lamentablemente no es así. La comprensión mental, en el caso de la espiritualidad,  es solamente un estadio. Tiene que ser acompañada por alguna clase de práctica, aunque sea informal, la cual nos lleve a comprensiones intuitivas, a revelaciones, a estados de conciencia diferentes, a experiencias internas: una práctica que nos transforme. Con la mente apenas sabemos algo que otros comprendieron.

   En otros tiempos, el acceso a los asuntos espirituales requería de muchos estadios previos. El aspirante tenía que ser admitido por un maestro o  escuela, era probado de diversas formas antes de ser admitido, y debía someterse a una disciplina más o menos rigurosa, que incluía seguir a conciencia muchos preceptos morales y llevar a cabo ejercicios y prácticas de todo tipo. Y eso durante largo tiempo, muchísimos años, quizás durante toda la vida. Muy distinto a lo que sucede ahora.

   Estamos en la era de la información, y todo lo que era oculto ha dejado de serlo. Pero por eso mismo es imprescindible discriminar, y darnos cuenta que el acceso a las grandes verdades no significa que las hemos realizado en nosotros, darnos cuenta que saber no es lo mismo que comprender, no es lo mismo que realizar, no es lo mismo que experimentar.

   Ken Wilber dice que disponemos de tres ojos para conocer: el de la carne, el de la mente y el del espíritu (que también llama ojo de la contemplación).  Está de acuerdo con un postulado del empirismo, el cual afirma que todo conocimiento verdadero debe arraigarse en la experiencia, pero subrayando que además de la experiencia sensorial (ojo de la carne), existe la experiencia mental (ojo de la mente), y la experiencia espiritual (ojo de la contemplación). Y para comprender las verdades espirituales es necesario el Ojo de la Contemplación. “La mente, por más que lo pretenda, no puede resolver los problemas metafísicos…, para ser auténtica la metafísica debe proporcionar experiencia…” (El ojo del Espíritu)
   Y Wilber es bastante estricto en este punto. Para él la espiritualidad más genuina es la que se basa en la práctica y sus realizaciones; distingue diversos estadios en el desarrollo espiritual; aclara que hay diferentes líneas de desarrollo  (una persona puede ser muy espiritual y sin embargo muy inmadura en otros asuntos) y enfáticamente distingue entre lo que llama espiritualidad traslativa y espiritualidad transformadora, siendo esta última la que permite trascender el yo, mediante experiencias espirituales directas. (El Ojo del Espíritu - Diario)
     
   Claudio Naranjo dice que los símbolos “no pueden sustituir una comprensión o realización de la verdad, que está más allá del entendimiento intelectual…” (La única búsqueda)

   Y Sri Aurobindo: “…(hay que) aprender mediante la experiencia. La información mental … puede más obstruir que ayudar…( Hay que) aprender a ir más allá del ansia por información mental y abrirse a la verdadera forma de conocimiento.” (Letters on Yoga)

   La información, la lectura de libros, o  -como hoy en día- la lectura de páginas en Internet, es buena para comenzar, para tener un primer atisbo de ciertas verdades, pero luego es imprescindible profundizar mediante prácticas no mentales, hacer trabajo interno de alguna clase, seguir algún camino o maestro, tradicional o no. En suma, trabajarse a sí mismo.

   Es solo mediante trabajo interno que avanzamos, que evolucionamos, que nos transformamos.

             Es solo mediante la experiencia que comprendemos.





    
    

  







La gran falacia del pensamiento de la Nueva Era: yo creo mi realidad.




  Entre las enseñanzas de la Nueva Era está la idea de que “creamos nuestra realidad”. Esta idea despierta entusiasmo y han proliferado libros y cursos basados en ella. Hay un antecedente de la misma en los conceptos del Ocultismo y en la noción de “plano astral”, el cual no está influenciado por la energía física pero sí por la energía psíquica, por los sentimientos, deseos, fantasías y sueños, por el pensamiento y la imaginación. Y es en el nivel astral, más fluido, donde los sucesos pueden ser modificados y convertidos en algo mejor. 

  El facilismo de la Nueva Era convirtió este conocimiento oculto en una fórmula mecánica que deslumbra pero que con frecuencia fracasa,  porque  las cosas no son tan sencillas como esta irresistible idea nos quiere hacer creer.  Todo está interrelacionado, y además de mi ego y mi voluntad, están los egos y voluntades de los demás, y también la dureza del plano material con sus propias condiciones y sus propias leyes. 

   Frances Vaughan, teórica norteamericana del pensamiento transpersonal, dice que: “Las prescripciones para la felicidad que acentúan el poder del pensamiento positivo pueden ser útiles hasta cierto punto, pero con frecuencia son superficiales e inefectivas.” (El Arco Interior)

  Es cierto que podemos influir en nuestra realidad, y que una visión positiva y optimista genera mejores resultados que una negativa y pesimista. Pero de ahí a creer que todo depende de nosotros, es otorgarnos más poder del que disponemos y conduce a inevitables y a veces dramáticas frustraciones. 

  En cada suceso hay innumerables variables, que actúan con diversa potencia y en distintas direcciones para darle forma. La suposición mágica de que todo depende de nosotros, además de ilusionarnos con la omnipotencia, nos llevará en más de una ocasión al encuentro de las barreras que interponen los demás (con sus propios deseos) y  las innumerables influencias de la realidad física. 

   Ken Wilber es uno de los más acérrimos críticos de esta idea, la cual en lugar de disminuir nuestro ego, como han intentado todas las grandes Tradiciones de Sabiduría, lo aumenta. Y dice:  “El ego narcisista cree que puede operar de manera directa y mágica sobre el mundo… El ego mágico trata al mundo como una extensión de sí mismo…” (Diario)

   En algunos casos, cuando las variables ajenas a nosotros están ausentes o disminuídas, cuando el resultado de un  asunto solo depende de nosotros (a veces sucede), esta prescripción puede ser efectiva, realizable,  aunque también  podrían aparecer factores imprevistos que tuerzan el resultado. Pero cuando intervienen variables ajenas a nosotros -lo más habitual- la multiplicidad de influencias disminuye nuestro poder para condicionar los sucesos. 

  Creer en la infalibilidad de este postulado, nos lleva al mundo de los cuentos de hadas, y la realidad del plano material es mucho más compleja que la de los mundos mágicos. Podemos influir en nuestra realidad, y no está mal que lo hagamos. Pero no somos los creadores omnipotentes de ella, y saberlo es parte de nuestra madurez como seres conscientes.