Cómo hacer
del arte una experiencia transformadora
El arte es una de las expresiones más
elevadas del poder creativo humano, aunque muchos a lo largo de la historia se
han preguntado para qué sirve. La pregunta ha tenido diversas respuestas, y a
diferentes épocas históricas correspondieron diferentes visiones del arte.
Están los que ponen el acento en el arte como tal (el arte por el arte), los
que reivindican un arte utilitario (donde el arte tiene que estar al servicio
de ideales políticos, religiosos), etc., etc.
Tolstoi,
en su tratado “¿Qué es el arte?”,
dice que el propósito del arte no es solamente producir belleza, o
brindar placer, sino que el arte es un medio de comunicación y expresión de todas las experiencias humanas.
Al expresar un sentimiento o experiencia la audiencia a quien dicho arte es
dirigido puede compartir ese sentimiento o experiencia. Y también dice que
la cualidad más importante en una obra
de arte es la sinceridad.
Ken Wilber, en “El Ojo del Espíritu”,
hace una profunda e interesante síntesis de las diferentes visiones del
arte, y expresa que:
“Cuando el verdadero arte impacta en
nosotros… nos conmociona tal vez durante un segundo o dos y nos abre a percepciones
anteriormente desconocidas. En ocasiones… las cosas son mucho más tranquilas y
la obra de arte va impregnando lentamente… pero el hecho es que, en cualquiera
de los casos, termina provocando un cambio, más grande o más pequeño, en
nosotros.… La auténtica obra de arte nos atrapa
–incluso contra nuestra voluntad- y nos deja absortos y en silencio, liberados
del deseo, ajenos a todo intento de apresar, libres del ego y libres de toda
contracción sobre nosotros mismos. Y en esa apertura o claro de nuestra
conciencia pueden aflorar verdades más elevadas, revelaciones más sutiles y
conexiones más profundas hasta llegar tal vez, por un momento, a palpar incluso
la eternidad.”
Y realmente es así:
El arte es poderoso y sirve para muchas
cosas.
Las obras de arte, sobre todo las que se
verbalizan, como en novelas y cuentos o en las letras de canciones, transmiten valores. Y toda obra de
arte puede influirnos, confortarnos, enseñarnos.
Puede ayudarnos a ver rasgos nuestros y revelar aspectos desconocidos de la
vida, de los demás, de la sociedad. Puede transmitir ideas y mostrar caminos.
El arte también sirve a un
propósito superior, que lo trasciende, ya que tanto al contemplar arte como al
crear arte podemos conectarnos con lo
Divino, como bien manifiesta Wilber en el párrafo citado.
Y desde hace ya bastante tiempo están
surgiendo propuestas en torno a un arte transformador, o sea, un arte que nos
ayude a cambiar. Claro que para hacer del arte un ejercicio transformador, no
es suficiente con ser contempladores del arte, aunque contemplar arte sea parte
del juego.
Hay un paso
siguiente que nos convierte en
actores, realizadores, creadores de arte.
La contemplación del arte (leer una novela o
mirar un film inspiradores, escuchar música que nos haga bien) es sin duda
hermoso y significativo, pero nada se
compara con la creación de arte. Y eso es algo que está ocurriendo en forma
creciente en los últimos años: los lectores de libros
quieren escribir libros; los que se placen en contemplar un cuadro o una
escultura, quieren pintar o esculpir; los amantes de la musica quieren cantar,
tocar un instrumento o componer.
Y puedo testimoniar que:
Es muy grande la
felicidad que se alcanza durante el acto creativo.
Más allá de los resultados, más allá de que
nuestras obras sean un modelo de perfección, más allá de que consigamos
insertarnos en el mercado del arte o no, crear arte es altamente recomendable,
porque lo que importa es ser participantes de ese maravilloso juego de la
creación, y porque lo que produce el acto creador es sanador, armonizador, dador de alegría y
goce.
Cuando creamos arte los procesos psíquicos
involucrados son reveladores, aportan
autocomprensión, catarsis, cambios. Nos descubrimos, nos desvelamos, nos
expresamos, y eso es sanador, transformador. Como atestiguan numerosos expertos
en sanación, mientras estamos creando pueden generarse aperturas en nuestro
sistema energético, lo cual nos libera de bloqueos y traumas.
Al crear fluimos con la energía de la
creación, olvidados de donde estamos, olvidados del tiempo, totalmente inmersos
en el acto de crear. Y eso nos expande, nos conecta con otras dimensiones del
Ser, entramos en otros estados de conciencia.
Y como crear arte está al alcance de todos,
y son cada vez más los que se animan a
hacerlo, incluso en edades avanzadas de la vida, si no lo has hecho ya:
¡Comienza a crear arte!