Los que me inspiran


"Así, cada iglesia, cada religión, cada comunidad humana, es sólo un lugar de paso, una tienda sobre la tierra, para peregrinos que están en su camino a la ciudad de Dios." Bede Griffiths

"Debemos expresar apasionadamente nuestra visión y cada uno debe gritar del modo en que mejor sepa hacerlo" Ken Wilber



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jueves, 18 de abril de 2013

Eva Perón, la mística



Eva Perón era mística

   ¿Eva Perón? En un blog dedicado al misticismo, al esoterismo, a la transformación, ¿qué tiene que hacer Eva Perón?

   El caso es que Eva Perón es una figura humana e histórica que me fascina, como le debe ocurrir a muchos. Y el caso es que aunque no suela decirse, creo que fue una mística, con un misticismo natural que vivió a través del amor y del servicio, amor al pueblo y servicio a ese pueblo que amó y que terminó adorándola. Y también fue una transmutante, porque de un modo vertiginoso se convirtió de esposa del presidente, ex actriz, cargada de joyas y vestidos a la moda, en una militante política fervorosa, que casi no se ocupaba de su cuerpo, porque estaba dedicada con todas sus energías a su misión de ayuda.

  En muchos casos, sobre todo entre los  místicos cristianos, o entre los bakthi yoguis hindúes, ese misticismo se expresa en la acción: acción compasiva, de sacrificio. Son bien conocidas las historias de San Francisco y otros santos cristianos, que hallaban su mayor alegría en socorrer a los desamparados y no eludían, todo lo contrario, el contacto con leprosos y menesterosos de todas clases, cuyo socorro les daba felicidad.

  Buscando elementos de la biografía de Eva Perón, me encontré con testimonios de testigos presenciales, con anécdotas de esa etapa de su vida, la última, en que la pasión del servicio se apoderó de ella.

   Pasaba todo su tiempo en la Fundación que llevaba su nombre, recibiendo a la gente, escuchando sus problemas, ayudándolos sin ponerse límites. sin acordarse de comer o beber, quedándose hasta altas horas de la madrugada y extenuándose hasta más allá del límite prudente. Pero ella no lo sentía, estaba entregada a su misión, y es probable que esa entrega le proporcionara profundas y no confesadas alegrías, que solamente debían conocer las personas más cercanas a ella.

   Cuenta uno de sus chóferes que, mientras la llevaba durante un día de frío extremo,  Evita se compadeció de la gente que esperaba al ómnibus en las paradas y ordenó que se usara su auto para buscarlas y llevarlas a sus casas. (Anécdota publicada en El Diario de Cuyo)

  Particularmente interesante es el testimonio de su confesor y colaborador suyo en la Fundación, quien la muestra como una cristiana consecuente, o sea, una cristiana que intenta encarnar los preceptos evangélicos. Dice el padre Benítez: “Yo la vi derrochar amor a los necesitados, el amor que redime a la limosna de la carga de injusticia que lleva implícita”

   El padre Benítez cuenta que abrazaba a los leprosos y otra clase de enfermos, confesando que él se echaba atrás, pero que ella no dudaba en entregarse,  y que lo hacía de igual a igual, como una hermana, dando su corazón.

   Y estas frases textuales del padre Benítez confirman mi visión de Evita como mística:
 "Cuando Eva sintió por  primera vez el misterio -la fuerza- del poder en su mano, como un elemento para ejercer el sagrado mandato del bien,  nadie, ni el mismo Perón, la pudo ya sujetar… Eva vivió la fiesta del poder en su dimensión divina. Lo vivió como un amor supremo, hasta la locura. Hasta la última consecuencia… Sólo unos pocos, incluido por supuesto, el sagacísimo Perón, se dieron cuenta de que en Eva había estallado esa pasión transpolítica, una especie de vuelo místico. Eva, en su genialidad, descubría el poder en su dimensión sublime: poder dar. Poder acompañar al que sufre. Poder hacer el bien. Poder alimentar y sobre todo, poder directo, como el de los santos medievales o la madre Teresa de Calcuta” 
                                                                                                                                                                                                                                                                                                    
   Algunos testimonios muestran los sentimientos y la espontaneidad que la animaban: su voluntad de ayudar no solamente con lo material sino también con el alivio de otros sufrimientos.

    Erminda Duarte, en una página de la familia, cuenta una anécdota realmente conmovedora.  Un chico tenía parálisis infantil, y el padre le pidió ayuda para llevarlo a Estados Unidos donde había un sistema de curación que podría hacer que volviera a caminar. Evita consultó a un médico eminente, colaborador suyo, quien opinó que sería totalmente inútil, ya que la médula del niño estaba afectada y nada se podía hacer. Pero Evita decidió mandarlo igual, diciendo “Lo voy a mandar igual. ¿Sabe por qué, doctor? Porque si no lo hago, este pobre padre se va a quedar con la pena de pensar que por no tener medios su hijo quedará para siempre paralítico. En cambio, si va y allí se convence de que nada se puede hacer por el niño, volverá por lo menos con la tranquilidad de saber que por su hijo se hizo todo lo posible y tendrá fuerzas para sobrellevar esta carga tan pesada. ¿No le parece?”

   Por eso el pueblo la amaba: Eva Perón era auténtica, no mentía. Sus discursos no mentían, su llanto frente al pueblo no era fingido. En ella, más allá de la política, del poder, de su amor por Perón (que también tenía algo de fervor y desmesura), más allá de la propaganda, había un sentimiento auténtico, una entrega a una causa elevada -la ayuda a los más necesitados- que la revela como mística.  
                                                                                                                                                                                                                                         
  Los místicos que curaban las llagas de los leprosos, en una época en que contagiarse de lepra era mortal, no sentían ni miedo ni asco, sino el transporte místico, la alegría que dan la compasión y la piedad hechas acción. Solamente cierta clase de místicos, los dedicados a la compasión en acción,  saben las delicias que puede haber en el sacrificio, y hasta qué punto la compasión activa se convierte en felicidad.

  Y ese es el carisma de Evita del que tanto se habla. Su belleza no era solamente una belleza del cuerpo, era una belleza interior que transmitían su mirada y su sonrisa, enormemente dulces.

  Confluyeron en su historia muchos elementos que la ayudaron a convertirse en quien fue. Esos elementos tan extraños y misteriosos en las vidas humanas, que las llevan por derroteros nuevos e insospechados. Perón, el peronismo (que ella expresaba casi como una religión), la subida al poder, todo eso confluyó para hacer de ella no una actriz más o menos exitosa -como era su deseo inicialmente- sino una dirigente política original, creativa, apasionada, definitivamente distinta  y definitivamente inmortal.  
  

2 comentarios:

  1. Inspirador y bello texto. Puedo contactarte por mail? Quisiera hacerte un comentario privado. Damián

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