Los que me inspiran


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miércoles, 2 de marzo de 2016

Por qué amábamos las películas de Ingmar Bergman



   En los primeros tiempos de mi juventud, mis amigos y yo transitábamos por ciertas calles céntricas de Buenos Aires, donde además de innumerables cafés, conversaciones y disquisiciones, veíamos -en algunas salas de cine especializadas- películas de directores europeos que nos apasionaban y nos hacían reflexionar. Entre ellos, el que más nos fascinaba era Ingmar Bergman, aunque no sé si todos lo comprendíamos. Y hace poco tiempo pude reveer muchos de sus films (en YouTube), y así entender porque nos gustaba tanto.

   Sus temas esenciales son: la muerte, la existencia o inexistencia de Dios, el misterio de la vida,  la dificultad en las relaciones humanas, la soledad, la culpa y otros igualmente profundos. En "Luz de Invierno" el tema central son la crisis y las dudas de un sacerdote acerca de la existencia de Dios. En "Detrás de un vidrio oscuro" la búsqueda desesperada de Dios unida a la locura. En "El Silencio",  la existencia sin sentido. En "Gritos y Susurros", el dolor y la muerte unidos a la compasión y el amor.  

   Y mis conclusiones son que lo admirábamos y seguíamos porque sus películas, que muestran el silencio de Dios, la ausencia de Dios, etc, no son las de un ateo, sino las de un ser que desesperadamente busca a Dios… y no lo encuentra. Y esas obras reflejaban nuestra propia desesperación...

   Durante aquellos años, los jóvenes intelectuales del mundo local y nacional sólo creíamos en la revolución (era la visión del mundo que prevalecía),  y para los que de alguna manera (quizás muy inconsciente) estábamos buscando otras respuestas a nuestras inquietudes existenciales (respuestas que ni los pensadores de izquierda ni los existencialistas podían dar satisfactoriamente), las películas de Bergman señalaban algo que resonaba en nosotros y en nuestros inconscientes anhelos internos. 
  Eran años de total ateísmo en la mayor parte de la juventud (estoy hablando de mi país y de América Latina, porque en los países del norte ya soplaban otros vientos y ya eran muchos los que viajaban a la India en busca de respuestas), y esos films metafísicos nos acercaban, aunque fuera de un modo angustiante, desesperado y pesimista, a la existencia de una Realidad que estaba cubierta por muchos velos, pero que no obstante nuestra alma buscaba. 

  Aunque muchos de sus films son casi agónicos, en otros asoma la esperanza, que Bergman deposita en el amor y la compasión. En "Detrás de un Vidrio Oscuro" el padre le dice a su hijo que probablemente Dios tiene que ver con el amor, o que Dios es amor. En esa obra maestra que es "Fresas Salvajes" aparecen junto a la culpa y la amargura, el perdón y la reconciliación.  "La Fuente de la Doncella"  termina con un milagro, que equivale a un mensaje de Dios. Y en algunos de sus films aparecen elementos mágicos, como en esa maravillosa película que es "Fanny y Alexander", una obra de su madurez, donde lo sobrenatural adquiere una dimensión importante. 

   Al investigar en su vida, llegué a la conclusión de que Bergman ni siquiera era un agnóstico, como algunos comentaristas aseguran. En realidad fue atravesando diferentes períodos. Durante su edad madura, expresó con su arte la desesperación de la búsqueda de Dios insatisfecha. En uno de los libros publicados acerca de su obra y su vida, Bergman confiesa: "Un domingo de diciembre estaba escuchando el Oratorio de Navidad de Bach, en la iglesia... Los cánticos nos conmovían, en la intimidad de la iglesia que se iba oscureciendo. La piedad de Bach cura el tormento de nuestra falta de fe..."  Y también dijo: "Creo en Dios pero no en la Iglesia".
  Sus inquietudes, por otra parte, iban más allá (o más aquí) de la búsqueda de Dios. Como todo gran humanista, a Bergman también le preocupaba el ámbito de las relaciones humanas más íntimas y la evidencia de un mundo violento e injusto, en el cual Dios parecía estar ausente.  Dice en otro de sus testimonios autobiográficos: "¿Existe o no existe Dios? ¿Podemos, mediante la fe, alcanzar un sentimiento de comunidad y un mundo mejor? O, si Dios no existe, ¿qué hacemos entonces?" 
  Durante su vejez esa búsqueda atormentada se había calmado y parecía haber encontrado  paz en su relación con lo Divino. La desesperación de sus films tempranos es la de un cristiano que no encuentra consuelo en su Iglesia, pero es posible que haya descubierto otros caminos hacia la espiritualidad y que en ellos haya encontrado verdades y consuelo. Y como suele suceder, al igual que el viajero que debe visitar otras tierras para poder amar la suya, se había reconciliado de algún modo con su religión de origen (Cristianismo Luterano). Repetidamente declaraba que esperaba ver de nuevo -en el más allá-  a su última esposa, de quien había enviudado. Y asistía con regularidad a la misa que se oficiaba en la iglesia de la isla de Faro, isla donde filmó muchas de sus películas y donde pasó sus últimos años. 

 Creo que la obra de este genial director sueco sigue totalmente vigente, porque expresa las más profundas inquietudes de todo ser humano consciente, en cualquier lugar y tiempo histórico.

  Por eso amábamos las películas de Ingmar Bergman...  


  Nota: habrá próximamente otro post con más detalles sobre las películas de                Bergman, en mi  blog Novela Espiritual.