Los que me inspiran


"Así, cada iglesia, cada religión, cada comunidad humana, es sólo un lugar de paso, una tienda sobre la tierra, para peregrinos que están en su camino a la ciudad de Dios." Bede Griffiths

"Debemos expresar apasionadamente nuestra visión y cada uno debe gritar del modo en que mejor sepa hacerlo" Ken Wilber



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jueves, 24 de enero de 2019

La gran falacia del pensamiento de la Nueva Era: yo creo mi realidad.




  Entre las enseñanzas de la Nueva Era está la idea de que “creamos nuestra realidad”. Esta idea despierta entusiasmo y han proliferado libros y cursos basados en ella. Hay un antecedente de la misma en los conceptos del Ocultismo y en la noción de “plano astral”, el cual no está influenciado por la energía física pero sí por la energía psíquica, por los sentimientos, deseos, fantasías y sueños, por el pensamiento y la imaginación. Y es en el nivel astral, más fluido, donde los sucesos pueden ser modificados y convertidos en algo mejor. 

  El facilismo de la Nueva Era convirtió este conocimiento oculto en una fórmula mecánica que deslumbra pero que con frecuencia fracasa,  porque  las cosas no son tan sencillas como esta irresistible idea nos quiere hacer creer.  Todo está interrelacionado, y además de mi ego y mi voluntad, están los egos y voluntades de los demás, y también la dureza del plano material con sus propias condiciones y sus propias leyes. 

   Frances Vaughan, teórica norteamericana del pensamiento transpersonal, dice que: “Las prescripciones para la felicidad que acentúan el poder del pensamiento positivo pueden ser útiles hasta cierto punto, pero con frecuencia son superficiales e inefectivas.” (El Arco Interior)

  Es cierto que podemos influir en nuestra realidad, y que una visión positiva y optimista genera mejores resultados que una negativa y pesimista. Pero de ahí a creer que todo depende de nosotros, es otorgarnos más poder del que disponemos y conduce a inevitables y a veces dramáticas frustraciones. 

  En cada suceso hay innumerables variables, que actúan con diversa potencia y en distintas direcciones para darle forma. La suposición mágica de que todo depende de nosotros, además de ilusionarnos con la omnipotencia, nos llevará en más de una ocasión al encuentro de las barreras que interponen los demás (con sus propios deseos) y  las innumerables influencias de la realidad física. 

   Ken Wilber es uno de los más acérrimos críticos de esta idea, la cual en lugar de disminuir nuestro ego, como han intentado todas las grandes Tradiciones de Sabiduría, lo aumenta. Y dice:  “El ego narcisista cree que puede operar de manera directa y mágica sobre el mundo… El ego mágico trata al mundo como una extensión de sí mismo…” (Diario)

   En algunos casos, cuando las variables ajenas a nosotros están ausentes o disminuídas, cuando el resultado de un  asunto solo depende de nosotros (a veces sucede), esta prescripción puede ser efectiva, realizable,  aunque también  podrían aparecer factores imprevistos que tuerzan el resultado. Pero cuando intervienen variables ajenas a nosotros -lo más habitual- la multiplicidad de influencias disminuye nuestro poder para condicionar los sucesos. 

  Creer en la infalibilidad de este postulado, nos lleva al mundo de los cuentos de hadas, y la realidad del plano material es mucho más compleja que la de los mundos mágicos. Podemos influir en nuestra realidad, y no está mal que lo hagamos. Pero no somos los creadores omnipotentes de ella, y saberlo es parte de nuestra madurez como seres conscientes. 


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