¿Qué significa ser espiritual?
He escuchado, sobre todo a gente joven,
emitir opiniones acerca de la espiritualidad o falta de ella en determinadas
personas, que me sugirieron reflexiones acerca del tema.
Y al buscar en libros y en Internet las
opiniones de otros descubrí que -como muchos otros conceptos- admite diferentes
definiciones y no hay acuerdo al respecto (ni creo que lo habrá jamás). Así que
decidí hacer como todos y elaborar mi propia interpretación del asunto, que
como las demás interpretaciones tendrá adherentes y oponentes.
Como primera definición diríamos que ser
espiritual es:
Ser consciente de la existencia del alma
y del espíritu, buscar experiencias espirituales directas que nos confirmen su realidad y vivir en
armonía con eso.
Ser consciente de la existencia del alma y
del espíritu no es algo que pueda lograrse sólo mediante lecturas. Estas nos
permiten asomarnos al misterio, saber acerca del mismo, facilitan nuestra fe,
nuestra apertura, pero no son un conocimiento directo del mismo.
El misticismo, la búsqueda de experiencias mediante
prácticas espirituales afines a la naturaleza del buscador, es un paso más y
quizás el más importante. Solo la percepción directa de otras dimensiones de la Conciencia nos confirma su existencia,
elimina nuestras dudas y nos instala en una realidad diferente, transformadora.
Y el
misticismo, si bien aparece como una tendencia natural en algunas personas (de
igual modo que otros rasgos de la personalidad, como la facilidad para la
música, o para las matemáticas, o para organizar y liderar) es sin embargo algo
que puede desarrollarse, mediante prácticas bien explicadas y experimentadas en
diferentes tradiciones, antiguas y modernas. Como dice Ken Wilber:
“Las únicas pruebas de la existencia del alma y del espíritu las puede
proporcionar la experiencia espiritual directa, una experiencia que es
repetible, reproducible y confirmable.” (Diario)
Y me hice la siguiente
pregunta:
¿Se puede ser espiritual y
no llevar adelante práctica alguna, al menos no una tradicional, de esas que se
practican de un modo intencional y metódico?
Y he llegado a la conclusión -a
partir de mis observaciones de la realidad y de la gente- de que sí: se
puede.
En apoyo de esta afirmación,
voy a transcribir una jugosa anécdota extraída de una charla de Ram Dass, un
maestro espiritual norteamericano, quien comenzó siendo psicólogo en la
Universidad de Harvard, y que siempre se caracterizó por su enorme sinceridad.
Cuenta Ram Dass como en una ocasión estaba disertando sobre temas espirituales
muy elevados frente a una audiencia de jóvenes cuando vio a una anciana que
asentía con la cabeza mientras él hablaba, mostrando que comprendía todo. Ram
Dass se preguntó ¿cómo es que ella sabe? Siguió observándola durante la
conferencia y la anciana señora continuó asintiendo.
Con palabras de Ram Dass:
“Al final de la conferencia
ella se acercó y me dijo:
-Oh, gracias. Todo lo que usted
dijo tenía mucho sentido, fue muy lúcido.
Y yo le pregunté:
-¿Cómo es que usted sabe todo
eso? ¿Qué es lo que usted hace que la coloca en un estado de conciencia que le
permite saber todo eso?
Ella se inclinó hacia adelante
con aire conspirador y dijo:
-Yo tejo al crochet.”
(The
Journal of Transpersonal Psychology. Volume 14.1982)
Y diré de paso que esta anécdota me recuerda a un taller que
planificamos en conjunto con una amiga (aunque nunca lo llevamos a cabo),
muchos años atrás, y que iba a llamarse “Tejido y Meditación”. Mi propia
experiencia me ha demostrado que ciertas actividades artesanales muy comunes,
como es tejer, detienen la actividad mental y nos pueden llevar a otros estados
de conciencia.
Entonces, volviendo al tema
central de este post, una nueva definición de lo que significa ser espiritual
podría expresarse así:
Ser espiritual es estar
en contacto con lo Divino.
Hay diferentes maneras de
conseguir ese contacto. Ya sabemos que una forma es llevando adelante alguna
práctica espiritual, como la meditación. Pero también puede lograrse de otras
formas: por medio de actividades que detengan la mente, a través del arte, en
el contacto contemplativo con la naturaleza, mediante la acción desinteresada
y el servicio altruista, e incluso mediante el deporte. Y hay muchas
más, desde las tradicionales austeridades que practican los monjes cristianos hasta las muy controvertidas sustancias que emplean los chamanes de todo tiempo y
lugar.
Hay artistas que logran esa
conexión cuando están creando, alcanzando estados más elevados de conciencia
durante el acto creativo. Y también, a menudo,
la contemplación del arte (escuchar música, leer un libro
inspirador) o danzar, cantar, reír y
amar, pueden conectarnos con lo Divino.
Muchísimas personas logran esa conexión mediante la fe y la
plegaria, siempre que ésta no sea pronunciada de un modo mecánico, sino
poniendo toda el alma en ello, y esto ha sido así desde el principio de los
tiempos.
Por todo esto, y como corolario
de mis reflexiones diría:
Si tienes a menudo una conexión directa
con lo Divino -cualquiera sea la forma
en que te conectes, y cualquiera sea el modo en que concibas y nombres a lo
Divino- y si tratas de llevar una vida en armonía con eso -del modo en que
puedas y sientas- no dudo que eres espiritual.
Llevar una vida en armonía con
nuestra espiritualidad significa tratar de perfeccionarnos, siguiendo los
preceptos morales universales (y en esto, con pocas diferencias, todas las
religiones y todas las tradiciones coinciden), no en espera de una recompensa
(en este mundo o en el otro) sino simplemente porque nos sentimos bien
siguiéndolos.
Por supuesto, vivir en consonancia con nuestra espiritualidad no es
fácil, y no hay reglas al respecto. Si bien no se puede ser espiritual y
descuidar lo ético, somos humanos y en tanto que humanos, imperfectos. Todos tenemos
infinitas cosas para cambiar, y a veces se cometen errores de un modo más o
menos inconsciente. Pero el intento de perfeccionarse es parte del trabajo espiritual, y un primer
paso para lograrlo es ser consciente: vernos, conocernos y cambiar.
Sri Aurobindo
dice que la vida espiritual no es algo que pueda ser formulado con una
definición rígida, que hay toda clase de hombres espirituales y que incluso hay
grandes iluminados que no son perfectos.(Letters on Yoga. Sri Aurobindo Ashram)
El famoso
lama Chögyam Trungpa, quien era un “tulku” (los lamas que conocen sus
encarnaciones anteriores), de quien se dice tenía un elevado grado de
realización, que escribió libros maravillosos, tuvo una actividad y creatividad
asombrosas expandiendo el dharma en Occidente, y lo siguieron muchísimos
discípulos en su relativamente breve vida, era un reconocido alcohólico, hecho que solo puede desconcertarnos e
intrigarnos, y hacernos reflexionar que la naturaleza humana es demasiado
compleja y misteriosa, y que como decía un famoso filósofo hay muchas cosas que
la razón no comprende.
Y como los
expertos dicen que un post debe ser breve, concluiré aquí mis reflexiones, con
una cita de los Upanishads, antiguos textos de la sabiduría hindú:
Yo voy al
Espíritu de la vida: por su gracia, por su gracia, por su gracia.
Chandogya Upanishad
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