Según los descubrimientos
de la nueva física y las comprensiones de los grandes místicos de todos los
tiempos y lugares, todo es Energía. No hay nada sólido en realidad, lo
aparentemente sólido aparece así a nuestra percepción basada en los cinco
sentidos. Cuando cruzamos esa barrera, mediante estados alterados de conciencia
o mediante instrumentos, descubrimos que no hay solidez sino una danza
vibracional, un eterno movimiento que da lugar a todo lo que existe. La materia
es un movimiento vibratorio, y toda unidad de materia, desde los átomos hasta
las estrellas, es un campo energético.
Y nosotros, los seres humanos, también somos
en última instancia un campo energético, el cual está cambiando todo el tiempo,
al interactuar con el ambiente y con los demás seres vivos. En medio a esa
danza energética, afectamos, influimos, y somos afectados e influenciados.
Hay
investigadores que han desarrollado este tema en profundidad y entre ellos
destacaría a la sanadora norteamericana Barbara Brennan (quien además de tener
una formación científica es vidente). Lo que ella define como campo energético
humano (nuestros cuerpos sutiles) es afectado por la interacción con los otros
y a su vez afecta, y así como hay personas con campos más fuertes, más
impermeables a las influencias, hay otras más sensibles. Y puedo testimoniar lo
acertado de sus categorizaciones.
Lo
curioso es que la sabiduría popular ya lo había descubierto, y en todas las
latitudes y tiempos hubo brujos que protegían de maleficios y conjuros, que
curaban el “mal de ojo” y otras dolencias semejantes, y que eran bien
conscientes de la forma en que nos afectamos energéticamente.
Las muy recientes terapias energéticas,
aunque incorporan elementos nuevos en algunos casos, están basadas en los
descubrimientos de antiguas tradiciones, como la medicina china, la acupuntura,
el sistema de chakras (descubierto desde tiempo inmemorial en la India) y otros
conocimientos que vienen desde tiempos muy antiguos.
Unos y otros coinciden en que para sentirnos
bien, nuestra energía debe fluir de un modo armonioso. Toda perturbación
en nuestro campo energético nos hace sentir mal y de muchas maneras, desde un
malestar emocional (lo más común) hasta malestares físicos.
El primer paso para que nuestra energía
fluya armoniosamente, es registrar lo que nos hace mal y evitarlo, sean
personas o situaciones o lugares. No
sólo el contacto físico puede perturbar, sino toda clase de contacto, aunque
sea mediante el teléfono o internet.
Claro que por lo general, recibimos energía negativa sin saberlo..., del
mismo modo que muchas veces la emitimos sin saberlo.
Los síntomas más comunes de trastorno
energético: cansancio, irritación, debilidad, depresión, hambre voraz,
ansiedad, etc. Si estos síntomas aparecen súbitamente, sin una causa aparente
(externa o interna) es muy probable que se deban a que nos han dañado
energéticamente.
Y también los lugares nos afectan, tanto
positivamente como negativamente. Hay lugares donde la energía es benéfica,
como parajes naturales o sitios donde se desarrollan actividades contemplativas
y la energía tiende hacia la elevación o
transmutación (monasterios, templos, ashrams, etc.). Las grandes
ciudades, sobre todos en sus núcleos más aglomerados, como las calles muy
céntricas, serían un ejemplo de lo contrario, y algunas horas caminando por
allí puede dejarnos en un estado de absoluto agotamiento, nerviosismo,
depresión, etc.
Y quiero referirme a un hecho, acerca del
cual puede testimoniar toda persona que haya realizado trabajo interno
durante cierto tiempo y en forma disciplinada. Y es que cuando avanzamos en el trabajo
interno, nos volvemos más sensibles energéticamente, nos volvemos
“sensitivos”, palabra que se usa para designar a las personas con capacidades
psíquicas.
Hay una minoría de personas que nacen con
esas capacidades, para los demás es el trabajo interno (mediante técnicas de
expansión de la conciencia) el que nos acerca a eso. Son los famosos siddhis,
reconocidos en los antiguos sistemas de Yoga.
Y esta sensibilidad es interesante pero
también perturbadora. Por un lado se incrementan ciertas capacidades, como la
intuición, la creatividad, la telepatía, la precognición, la capacidad de sanar
a otros, etc, etc. Pero al mismo tiempo
nos volvemos demasiado vulnerables al
ambiente y a la energía de los demás, que como hemos dicho, en muchos casos es
dañina, causa bloqueos, e incluso –a veces- nos vampiriza.
Lo
curioso es que esta sensibilidad energética y estas nuevas capacidades, no
traen consigo –de un modo automático- la capacidad inmediata para protegernos,
y ésta debe ser desarrollada. La única ventaja que tenemos es que somos más
conscientes y podemos registrar con mayor claridad lo que nos afecta, tanto
positivamente como negativamente, pero nuestros sistemas están expuestos al
igual que los de cualquier otra persona a las influencias energéticas, y aún
más, debido a esa apertura generada previamente.
Por eso debemos protegernos. A veces cierto
aislamiento se impone, al menos en forma intermitente para armonizar nuestro
sistema. El agua es el purificador por excelencia, como también todo ritual
hecho con intención y en el cual confiemos. La oración y las visualizaciones
son medios de protección maravillosos. No hay nada como el contacto con la Luz
para protegernos, siempre que ese contacto sea honrado y respetado con una
conducta coherente por nuestra parte.